La escuché la semana pasada en el programa de televisión 'El hormiguero' de boca de su director, Pablo Motos. Se trata de una reflexión de ... algo más de dos minutos en la que el periodista hablaba sobre su experiencia del miedo, una visión que, siendo radical en buena parte, contiene elementos realmente aprovechables para todos. Para poder escucharla de nuevo busqué el vídeo en YouTube y ahora comparto algunas frases.
Comenzaba con una idea impactante: «Lo que mueve el mundo no es el amor ni el odio, la ambición ni el poder; ni tan siquiera el dinero. Todas estas cosas son sólo escapatorias del miedo, esa negra sombra que está detrás de todo y en el fondo de todos». Y ejemplificaba cómo tenemos miedo a una cosa y su contraria: «Al presente, al pasado, al futuro; a lo conocido y a lo desconocido; a la rutina y al cambio; a perder y a ganar también; a la felicidad y al dolor; al amor y al desamor; al fracaso, al éxito, a la aceptación, al rechazo, a la vida y a la muerte».
Luego presentaba a ese «cabrón» que «nos agranda problemas y nos hace pequeñitos» porque nos dice al oído «no lo intentes, tú no puedes, tú no sabes» y lo comparaba con la vieja del visillo, «que se mete en todo, lo controla todo» o con una madre sobre protectora «que no nos deja movernos».
En su alocución, el presentador advertía de una realidad implacable: «Tenemos miedo hasta de estar bien: en tales casos pensamos que algo malo va a pasar» porque «el miedo está ahí siempre, atento a tus debilidades, a lo que pueda pasar, al porvenir, a lo que digan o piensen otros, a sus miradas, a sus lenguas (…) a que nos humillen, rechacen o no nos quieran».
Quizás lo más oportuno de sus palabras fuera recordarnos que el temor que todos albergamos no es sino una construcción mental: «El miedo no existe si no lo creamos nosotros, es un acto sorprendente de la imaginación», una imaginación a la que hay que tener mucho respeto porque «el miedo que decidas escuchar afectará muchísimo a tu vida: todos conocemos a gente secuestrada por un miedo concreto».
Aunque admitiera no ser un experto en la materia y «haber pasado bastante miedo en la vida», estuvo muy acertado al enumerar algunos de los miedos fundamentales que unos y otros compartimos… temor al fracaso, a la crítica, a la incomprensión, a la soledad y «sobre todo, a no resultar suficientes: suficiente buen padre, suficiente buen amigo, suficiente buena pareja, suficientemente capaz, suficientemente inteligente».
También atinó bastante al referir sus antídotos contra este desasosiego vital del que nadie se escapa. Propuso tres caminos. El primero: «Contra el miedo, destrezas, habilidades», o sea, contrarrestar nuestras limitaciones ejercitándolas. La segunda fórmula, sustituir la palabra miedo por la palabra emoción porque «ayuda a controlar la situación de otra forma». Es decir, frente a «me asusta decir lo que pienso»; «decir lo que pienso, me provoca una emoción». Esto se debe a que, al denominar las cosas, las cargamos de intensidad, de mayor o menor intensidad, de ahí que no sea lo mismo hablar de minusválido que de discapacitado o persona con movilidad reducida. El tercer antídoto de Pablo Motos para vencer el miedo: «Dejar que te atraviese (…) es incómodo, pero inofensivo y al final, desaparece». A esta última opción los psicólogos la denominan 'estrategia de afrontamiento'.
Para comenzar diré que no comparto el punto de partida. En mi opinión, no es el miedo lo que mueve el mundo, aunque sea un poderoso motor que todos hayamos provocado o sufrido intencionadamente (o no) por parte de otras personas. Los desaprensivos que coaccionan a otros y les advierten sobre posibles amenazas en beneficio propio sólo persiguen sometimiento, control y apropiación de otros seres humanos.
Pero aún no compartiendo esta premisa reconozco lo oportuno del comentario del presentador, mas aún tomando en cuenta la repercusión o audiencia que su programa televisivo tiene. Porque, siendo la suya una versión incompleta –los tiempos de la gran pantalla son escuetos– o un enfoque demasiado personal –en ningún momento habló en calidad de experto–, no deja de resultar interesante que 'en la tele' se reflexione sobre cuestiones que son realidades cotidianas para una gran población.
De todo lo comentado por el afamado presentador, habría que tener presentes a diario dos temas cruciales. De un lado: el miedo no existe si no lo creamos nosotros. En este punto es preciso distinguir 'miedo' como sentimiento intenso de desagrado o rechazo; de 'fobia', como emoción desproporcionada, irracional e incontrolable que genera conductas de evitación.
Efectivamente, tenga la causa que tenga y ya sea por influencia de otros o a iniciativa propia, el miedo habita en nuestra mente y es esa mente la que inventa, exagera, distorsiona y construye mas peligros, riesgos o amenazas de los que existen. Así, hay quienes prefieren «no hacer» por temor a «equivocarse»; eligen quedarse en casa para «evitar problemas»; omiten sus opiniones antes que «exponerse a críticas», optan por «no intentarlo» no vaya a ser que algo pase. La precaución resulta necesaria, pero más vale aparcar nuestros miedos a dejar de vivir…
Fue clave el momento en que el presentador de 'El Hormiguero' aseguró que «el miedo que decidas escuchar afectará muchísimo a tu vida». El miedo que decidas, el que escojas, aquel al que abras la puerta. Ese temor atrapa, se apodera de ti, se hace el dueño de tu destino. En este apartado todos tenemos ejemplos de las más diversas cobardías que truncaron por completo los caminos de la gente. El estudiante que no saca un diez para «evitar caerles mal»; el amigo que no viaja por temor a «lo que pueda pasar»; el niño que no lo intenta para «no hacer el ridículo»; el esposo que sigue casado por «pánico a la soledad»; el trabajador destacado que no avanza para «no incomodar al jefe»; el vecino que no expresa su opinión por «evitar problemas»; el compañero que obedece a otro por «prevenir discordia»…
El miedo que nos inoculan se reviste de muchas formas, se coloca distintas caretas, despliega sus armas de seducción. A veces se pone la máscara de recompensa: «Si haces lo que yo deseo, te premiaré»; (y no dudes que, si no te sometes, habrá castigo); a veces adopta una forma de cariño y protección: «Te lo advierto por tu bien»; y luego está el aviso sutil de venganza, que es otro antifaz más perverso. Pero al final, los que alertan de peligros infundados, amenazan con daños o restan nuestras capacidades, sólo buscan sacar tajada: meter el terror al cuerpo para doblegarnos.
Resulta contundente la propuesta de Pablo Motos: el miedo que decidas escuchar afectará muchísimo a tu vida. Así visto, es el propio miedo lo que da miedo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión