Mentidemia
La veracidad de la información se ha convertido en un elemento esencial del problema general de la pandemia
Domingo, 14 de junio 2020, 00:48
La gran crisis provocada por el coronavirus Covid-19 ha puesto a prueba muchos de los sistemas sanitarios más potentes del mundo en su capacidad ... de respuesta a situaciones inesperadas, especialmente exigentes y conflictivas. Los resultados desastrosos en cuanto a número de víctimas están a la vista, aunque el balance sanitario final está aún por hacer.
Pero el conjunto del fenómeno Covid-19 ha desbordado con mucho el ámbito técnico-sanitario. En torno a lo que comenzó siendo un problema de contagio sanitario han ido surgiendo dos tipos de problemas. Por un lado, dificultades en la búsqueda de recursos técnico-sanitarios (desde crear vacunas hasta adquirir complementos necesarios para el funcionamiento de la tecnología y del personal sanitario en su tarea diagnóstica y terapéutica). Esto ha desembocado en problemas económicos (capacidad de adquisición de recursos materiales y humanos), políticos (colaboración y coordinación entre los diversos niveles de la organización política), sociales (confinamiento de las personas en sus hogares y todo lo que ello supone de problemas de convivencia), jurídicos (restricción de derechos como el de reunión o de movimiento), académicos (cierre presencial de centros escolares y universidades, enseñanza a distancia en gran medida improvisada), comerciales (cierre de establecimientos de todo tipo salvo los considerados esenciales, paralización de buena parte de la economía) y vitales (separación de miembros familiares, muerte de ancianos sin la compañía de sus familias).
Por otro lado, en paralelo con todo este aspecto del proceso se ha ido desarrollando una gran discusión con participación de los diversos sujetos sociales en torno a la pertinencia de las medidas tomadas y por tomar. Se ha discutido entre partidos políticos, organizaciones sindicales, ONG, grupos y asociaciones especializados, etc. Tanto científicos de toda índole (médicos, epidemiólogos, virólogos, informáticos, salubristas, etc.) como intelectuales de diferentes disciplinas (economistas, psicólogos, sociólogos, politólogos, filósofos, juristas); tanto medios de comunicación de masas (canales de televisión, radios, periódicos, redes sociales) como personajes de la más diversa procedencia y formación (periodistas, tertulianos, deportistas, artistas, etc.) han tomado parte en los debates y discusiones que han tenido lugar en los últimos meses en torno a la Covid-19.
Todas estas discusiones habidas en los aspectos sanitarios y socio-políticos están mediadas por la información que llega a los agentes sociales. Si se observan los telediarios, los canales digitales o la prensa escrita, es bastante habitual que junto a la información sobre la evolución de la pandemia (por países, por contagiados, por fallecidos) haya también desmentidos de noticias falsas, alertas sobre informaciones distorsionadas, advertencias sobre mensajes que llegan con remitentes encubiertos, noticias convertidas en virales cuya falsedad acaba poniéndose al descubierto, informaciones alarmantes más allá de lo razonable, etc. La distorsión y deflación del valor de la verdad (posverdad) en sus múltiples formulaciones (bulos, falsedades, mentiras, medias verdades, ocultaciones, parcialidades, unilateralidades, insinuaciones, propagandas, etc.) constituye al menos uno de los centros del problema general llamado Covid-19.
La veracidad de la información se ha convertido en un elemento esencial del problema general de la pandemia. De ahí que se ponga tanto énfasis en dejar claro, por ejemplo, que la única instancia autorizada oficialmente para informar acerca del coronavirus es el tal o cual ministerio o comisión. La creación y difusión de información no veraz puede provocar miedos, incertidumbres, estampidas, reacciones desmesuradas, temores incontrolables, desorden colectivo, desconfianza en determinadas instituciones o colectivos, etc. Y estas alteraciones pueden hacer que toda la estrategia técnico-sanitaria fracase. De ahí su vital importancia.
Si se difunde la sospecha de que habrá problemas de abastecimiento de comida, eso hará que algunos estantes de los supermercados lleguen a estar vacíos. Si se extiende la convicción de que las mascarillas son necesarias para frenar el contagio, eso provocará escasez de mascarillas para el personal sanitario. Todas estas reacciones dependen de informaciones más o menos distorsionadas que llegan a la sociedad. Si se ha dicho que «la primera víctima de la guerra es la verdad», la lucha contra este coronavirus no es diferente. La difusión de bulos y falsedades ha aumentado su presencia hasta el extremo de que el presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España ha declarado que «podemos hablar, sin duda, de la mayor oleada de noticias falsas, bulos y mentiras de la historia». Se ha instaurado una especie de normalización de la falsedad, una suerte de pandemia de la mentira, una auténtica 'mentidemia'.
La buena noticia en medio de este denso mundo de informaciones es la reacción masiva y prácticamente unánime que ha habido en defensa del valor de la verdad. La sociedad va generando instrumentos para combatir la posverdad aprovechando el potencial tecnológico disponible y las posibilidades jurídicas, sin caer en el ineficaz atajo de la prohibición (piénsese en las reacciones ante una de las preguntas de la última encuesta del CIS). Proliferan por doquier programas como 'maldita hemeroteca', 'coronabulos', 'todo es mentira', 'la verdad', etc. No hay periódico serio que no tenga una sección (y el personal y los recursos correspondientes) dedicada a detectar y desenmascarar noticias que expresan o inducen al error. Las grandes redes sociales están introduciendo filtros y mecanismos de detección y exclusión de noticias o informes falsos o no contrastados (p.e., Facebook). Desde el ámbito de la Inteligencia Artificial se ensayan mecanismos de detección de información no veraz. Se producen las primeras demandas judiciales por 'fake news'. Todo esto es la objetivación de algunas de las reacciones contra la mentira y en defensa del valor de la verdad.
Entre los intelectuales dedicados a discutir este complejo fenómeno (filósofos, politólogos, periodistas) hay una crítica y rechazo generalizado de lo que representa la pérdida de valor real de la verdad. La mentira generalizada ha mostrado su alto potencial desestabilizador en un momento muy difícil, hasta el extremo de que la verdad «hoy más que nunca se ha convertido en una cuestión de vida o muerte». La presunta eficacia de la mentira acaba siendo destructiva. En la 'era de la posverdad' se ha abierto un frente contra las consecuencias de la desinformación y se proclama una conciliatoria llamada a «suscribirse a los hechos».
Por duro que resulte en medio de esta crisis, hay que decir que la pandemia del coronavirus probablemente pasará, pero la actitud posverdadera seguirá coexistiendo con la exigencia de verdad, que nunca estará asegurada pero siempre será necesaria. En plena 'mentidemia' la verdad se revela como un recurso imprescindible de la razón humana para salvar lo mejor de nuestra organización social y de nuestra cultura.
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