Memoria de la Sierra
Puerta Real ·
Uno de esos apasionados, Luis Santisteban, ha recurrido a su memoria y la de muchos que compartieron los momentos de su vida de esquiadores, montañeros, gestores, empresarios y ha volcado lo que ha encontrado en un delicioso libromª dolores f.-fígares
Miércoles, 8 de enero 2020, 00:30
Es muy probable que la mayoría de los visitantes que en estos momentos se deslizan por las laderas de Sierra Nevada no conozcan que, por ... debajo de la nieve de este año, de los telesillas, telecabinas y demás, duermen los recuerdos de varias generaciones de apasionados por ese mismo deporte, que practicaban hace cincuenta o sesenta años en circunstancias muy diferentes. Quiero decir, que nuestra Sierra, con su estación de esquí tiene una historia que se ha ido escribiendo entre sus ventisqueros y conocerla sirve para constatar una vez más que lo que ahora es un floreciente polo de creación de riqueza tuvo que sortear no pocas dificultades y que si lo consiguió fue por la imaginación, el tesón, el trabajo inteligente de un puñado de locos por la nieve y los deportes de invierno, entre otras muchas cosas.
Uno de esos apasionados, Luis Santisteban, ha recurrido a su memoria y la de muchos que compartieron los momentos de su vida de esquiadores, montañeros, gestores, empresarios y ha volcado lo que ha encontrado en un delicioso libro que a su vez tiene la cualidad de despertar reminiscencias en quienes vivimos algunos de aquellos episodios que ahora nos resultan casi increíbles. Lo ha titulado 'El esquí, mi pasión. Sesenta años en Sierra Nevada. Pequeñas historias' y aprovecho para recomendar su lectura porque en sus páginas, escritas con esa pasión del autor por el mundo de la nieve, y la sencillez simpática de quien en un momento difícil de su vida ha recogido fortaleza suficiente como para alimentarse de aquel entusiasmo vivido, junto a sus padres, sus hermanos y sus numerosos amigos. Y aunque parece que está contando solo sus experiencias, a partir de quienes le han acompañado en esos caminos de la vida, tiene la cualidad de hacer sentir que las 'pequeñas historias' que narra no son solo suyas, sino de todos nosotros. Los que aprendimos a esquiar con los esquíes antiguos de nuestros padres (que por cierto en mi caso eran de madera y larguísimos), que pisábamos las pistas a base de subir andando, o que si íbamos a esquiar en un día de ventisca, aquellos Land rover de Mariano Almendros hacían lo que podían para llevarnos hasta el albergue de Educación y Descanso. O para ser acogidos por Antonio Zayas en el Universitario. Y miles de anécdotas de aquellos años sesenta, cuando el futuro de Sierra Nevada aún no había despertado.
Por si fuera poco bagaje lo que nos ofrece Luis, Jerónimo Páez añade en el prólogo sus propias vivencias, especialmente cuando le tocó llevar a buen puerto aquel campeonato del mundo de esquí alpino, para el cual hicieron falta inversiones, reformas, remodelaciones y un sinfín de gestiones que pusieron a prueba su capacidad de liderazgo de una manera extraordinaria.
Lo que tenemos ahora se debe a las aspiraciones, los sueños, el trabajo incansable de muchos hombres y mujeres, nobles protagonistas de apasionadas hazañas. Hacía falta que alguien lo contara así, con tanta calidez y afecto.
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