Los mejores
Estoy leyendo titulares que catalogan casi de superhéroes a las víctimas que esta locura está dejando en el camino
Concha casas
Lunes, 20 de abril 2020, 00:21
Tenemos la costumbre de catalogar como de lo mejor a lo que ya no está, a lo que ya no es. Como decía Karina en ... aquella vieja canción, cualquier tiempo pasado nos parece mejor.
Y es cierto, tendemos a sobrevalorar lo anterior al momento presente y llevarlo en ocasiones a los altares, cuando mientras estaba ocurriendo tenía todas las características que acompañan a lo que es rutinario, a veces divertido, en ocasiones amoroso, otras insoportable o sencillamente insufrible.
Como no podía ser menos, con los que se marchan ocurre igual. Por muy obtuso, bellaco, conflictivo o aburrido, que de todo hay, que haya sido una persona, en el momento de su partida se le cataloga automáticamente como el mejor.
Parece que el hecho de desaparecer nos dota de todas las virtudes que mientras vivimos no tuvimos.
Me llama la atención porque en esa tendencia que parecemos tener como sociedad a lo trágico, estoy leyendo titulares que catalogan casi de superhéroes a las víctimas que esta locura está dejando en el camino. Haciendo perder la individualidad y la personalidad a cada una de ellas.
Yo no creo que ninguna generación sea mejor que otra, sencillamente vivimos lo que nos toca. Somos hijos de un tiempo determinado y de unas circunstancias concretas.
Lo veo cada Navidad cuando se pone la atención en los que faltan y no en los que están. Siempre ha faltado alguien, hasta donde yo sé, la eternidad es una característica abstracta porque hasta los dioses desaparecen cuando nos olvidamos de ellos.
Parece que vivimos en una eterna huida, hacia atrás o hacia adelante.
Nos dejamos abatir por la nostalgia contemplando viejas fotos, recordando a los que se han ido, aquella casa que perdimos, aquellos niños que ya no están porque se han convertido en adultos, aquellos veranos inolvidables de nuestra perdida juventud... y solo salimos de ahí, para adentrarnos en la incertidumbre, los miedos, las preocupaciones y los problemas todavía no existentes que nos asaltarán en el futuro más inmediato.
Y mientras la vida, que es lo que ocurre ahora en este momento exacto, se nos escapa. Del aquí y del ahora, de esas dos nociones que hasta hace nada eran objeto de nuestra angustia y preocupación y que dentro de un tiempo serán los sujetos de nuestra añoranza, nada de nada.
Respiremos, quizás si nos hacemos conscientes de nuestra respiración, ese don divino, gratuito y sanador que ignoramos cada segundo y que aún así nos da la vida, quizás así, podamos sentir y saber quiénes somos en realidad, ni los mejores, ni los peores, ni ninguno de esos adjetivos con los que tendemos a catalogarnos con tanta alegría. Simples seres humanos experimentando y viviendo y por supuesto sintiendo. A lo mejor así sí llegamos a ser mejores, no los mejores, que esto no es ninguna competición, sino la mejor versión de nosotros mismos, que en definitiva es de lo que se trata, o de lo que se debería tratar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión