Martín de Ascargorta, el arzobispo-mecenas de la Granada barroca
El sábado 25 de febrero de 1719, en torno a las 7,30 h. de la tarde, fallecía en la casa de San Miguel del Albayzín –conocida en tiempos recientes como 'de la lona'– el hombre que había regido los destinos de la Iglesia de Granada durante más de veinticinco años, Martín de Ascargorta (1638-1719), XXII arzobispo de Granada y, acaso, el más importante mecenas y coleccionista de la Edad Moderna en la ciudad
ignacio nicolás lópez-muñoz
Granada
Martes, 26 de noviembre 2019, 01:47
El sábado 25 de febrero de 1719, en torno a las 7,30 h. de la tarde, fallecía en la casa de San Miguel del ... Albayzín –conocida en tiempos recientes como 'de la lona'– el hombre que había regido los destinos de la Iglesia de Granada durante más de veinticinco años, Martín de Ascargorta (1638-1719), XXII arzobispo de Granada y, acaso, el más importante mecenas y coleccionista de la Edad Moderna en la ciudad. Ascargorta nació en Córdoba un 1 de marzo de 1638, hijo del hidalgo vergarés Andrés de Ascargorta y de la cordobesa Isabel Rodríguez Ladrón de Guevara, siendo cuarto hijo de una familia de seis hermanos. Cursará el Bachiller de Artes y Teología en el colegio de la Asunción de su ciudad natal, trasladándose más tarde a Granada para ingresar en el Colegio Real de Santa Cruz de la Fe, donde se doctorará en Teología. Martín de Ascargorta iniciará una fulgurante carrera eclesiástica desde su consagración como presbítero en la Catedral, llegando a ser catedrático y rector de la Universidad y canónigo del Sacromonte. Posteriormente alcanzaría la dignidad de deán catedralicio, recibiendo el solideo episcopal de Salamanca en 1690 y el de Granada dos años después.
Durante sus años como deán de la Catedral comenzará a atesorar una prolija colección artística de la que a lo largo de su vida se irá desprendiendo, para dotar a diferentes iglesias e instituciones de Granada. Formando parte de dicha pinacoteca particular se encontraban lienzos como el de 'Lázaro y el rico Epulón' de Juan de Sevilla –en origen para el Sacromonte y hoy conservado en el Museo del Prado– o los originales de Alonso Cano, actualmente en la Catedral, de la 'Inmaculada de Ascargorta' –oratorio catedralicio– y de 'Jesús Nazareno en la calle de la amargura'.
El pontificado de Ascargorta en Granada fue el segundo más extenso después de la prelatura de Pedro Guerrero, pero no es solo su longevidad el motivo de su trascendencia sino por la febril actividad constructiva y artística que el arzobispo emprende en diferentes templos de la archidiócesis e incluso fuera de ella. Durante su pontificado, ergo, se culminarán definitivamente las obras de la Catedral, donde diseñará un programa decorativo de profundos fundamentos teológicos, siendo sus representaciones más significativas los púlpitos y los retablos del 'Triunfo de Santiago' (Hurtado Izquierdo) –monumento funerario del prelado– y de la Virgen de la Antigua (Duque Cornejo), de la nave presbiterial. Esta dotación desbordará al templo mayor de Granada y se extenderá a otras instituciones como la Universidad y el Colegio Real (actual Curia metropolitana), la Chancillería, el Sacromonte, la Capilla Real, la Cartuja o el palacio arzobispal.
En 2019 se conmemora el tercer centenario de la muerte de Martín de Ascargorta, arzobispo, rector de la Universidad, mecenas y coleccionista de Arte que, según palabras de Gómez-Moreno, «[fue el que] más se desvivió por adornar esta Iglesia [Catedral]». Fue enterrado, según su deseo, en «sepultura terriza y llana, a los pies de la Imagen del Señor Santiago (Patrón único de España)» de la Catedral, con «verdadero afecto de humildad», erigiéndose no obstante una lápida laudatoria junto al retablo en la que el canónigo José de Mena lo calificaba concisamente con estas palabras: «Pobre para sí, rico para muchos, liberal para todos». En virtud de su generosidad en el fomento de las artes, fue incluido por la Junta de Iconografía Nacional a principios del siglo XX para formar parte de su galería de españoles ilustres. Gracias a esa sin par liberalidad patrocinó un prolífico mecenazgo artístico que hoy, trescientos años después, nos sigue interpelando en una proclama barroca aún vigente de elocuencia.
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