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Mariluz

Puerta Real ·

Símbolo de paz y de concordia, la poeta inmensa de la voz rotunda que llegó cuando más falta hacía, la líder ciudadana que era junco indoblegable, la mujer valiente que se adelantó a su tiempo y que ejerció de faro para una capital en penumbras

Domingo, 28 de julio 2019, 23:07

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Es el milagro una sonrisa leve, una mano tendida y un misterio, una luz que se enciende por las tardes, una verdad inmensa en cada ... gesto, el tiempo que se agota lentamente y esa paz que trasmina tu mirada. Y puesto que te has ido, para que las estrellas iluminen gozosas tu nombre mientras abrazas por fin a tu padre, y tu madre sonríe y te borda en el viento una canción de esperanza, nosotros tenemos que ocuparnos de tus cosas. De decir lo que has sido y lo que eres, símbolo de paz y de concordia, la poeta inmensa de la voz rotunda que llegó cuando más falta hacía, la líder ciudadana que era junco indoblegable, la profesora carismática de aquella Escuela Normal que fue la pasión de tu padre, la mujer valiente que se adelantó a su tiempo y que ejerció de faro para una capital en penumbras, cargada de silencios, de recelos, de hipocresía taimada que, a tu altura moral, le resbalaba. Siempre afanosa en tus tareas, enseñando a mirar a tus alumnos, defendiendo la libertad como patrimonio irrenunciable y ejerciendo de paciencia resignada, de inquebrantable poeta de guardia en unos libros que, hoy, ya, son tesoro, un legado que supone el testimonio cincelado en el alma de una generación que lo perdió todo, salvo esa dignidad honda que es una manera de estar en el mundo construyendo puentes, sabiendo bien lo que tú escribiste: que es tiempo de paz. De paz y de memoria.

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