Maricones y gente de malvivir
Sea por la apariencia, por la afinidad ideológica o por el deseo de privilegio en el pecado llevan la penitencia.
ERNESTO MEDINA RINCÓN
JAÉN
Miércoles, 14 de junio 2023, 22:02
Los pijos-fachas de una capital de provincias son mediocres. No les alcanza para vivir en el barrio de Salamanca por lo que se conforman ... con remedar a los primates de su clan. Construyen su identidad bajo la sombra de las costumbres que intuyen en sus referentes madrileños o sevillanos. Ropa de marca algunos escalones por debajo de la exclusividad del verdadero lujo. Círculo cerrado de amistades en el que predomina el rubio oxigenado.
Sin embargo, todos los pijos-fachas de España tienen algo en común. Son tan rancios en la ideología que llevan a sus hijos a colegios obsoletos que parecen creados ad hoc para cumplir con la misión de adoctrinar a sus vástagos en la fe verdadera de los elegidos. En dichos colegios, de enseñanza segregada por sexos, las niñas visten falda de cuadros escocesa y blusa blanca. Los caballeretes, pantalón azul marino y jersey de pico con el escudo del colegio bordado en el pecho. Por las mañanas los recoge el autobús escolar para llevarlos a las afueras, donde entre alcornoques o encinas -según la región geográfica en la que vivan los interfectos– son instruidos en las reglas intolerantes de un mundo que ya, afortunadamente, casi no existe.
Su alto nivel adquisitivo les permite actividades extraescolares diferentes. Mientras los alumnos de la escuela pública asisten a obras de teatro que inciden en valores civiles como la aceptación de la diversidad, los cachorros de las clases altas concurren a espectáculos en pases particulares con la confianza de que los preserva la burbuja de cristal ideológica al no haberse mezclado con la plebe.
Ignoran que el mal se ha extendido. En cualquier argumento de una obra surgen embarazos indeseados o relaciones sexuales sin que medie el sacramento matrimonial. También homosexuales. A quienes ellos, en las conversaciones con sus iguales, llaman mariconazos. Reservan lo de 'gay' para la corrección política y afean a sus mayores si escuchan 'invertidos'; «mamá, eso no está bien. Si alguien te oye, pensará que eres una intolerante», al tiempo que contienen la risa por la ocurrencia, que a ellos les gustaría permitirse, de la anciana.
Concedo que habrá padres que desconozcan el recalcitrante ideario del colegio en el que sus hijos aprueban mensualidad abonada mediante. Es incluso probable que algunos no estén al corriente de que las direcciones de dichos colegios son al margen de cualquier realidad social el último baluarte de la pureza moral. Sea por la apariencia, por la afinidad ideológica o por el deseo de privilegio en el pecado llevan la penitencia.
Hace unas semanas, en algún lugar de España, hubo un ensayo general de una comedia musical que, por deferencia o rentabilidad, los promotores convirtieron en una sesión privada para los selectos alumnos de un colegio exquisito. En el intermedio los profesores, escandalizados, se llevaron a los infantes porque un protagonista era maricón. Si a las criaturas les pareció bien o les estaba gustando la representación, poco importa. Contemplo con agrado estos postreros reductos espirituales de Occidente. Que no nos falte el espectáculo.
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