Perdido paraíso
María Dolores Fernández-Fígares
Martes, 14 de mayo 2024, 23:17
No cabe duda que el paraíso es la imagen que más define a las sucesivas Granadas en el tiempo. No se si todavía está viva ... esa metáfora, que eleva a lo más alto a una ciudad con sus contornos otorgando una categoría que solo unas pocas ciudades en el mundo podrían recurrir a la imagen del paraíso para definirse. Algo permanece, a pesar del empeño de los granadinos para hacer desaparecer las bellezas, sustituyéndolas por los ramplones rasgos estéticos de las infinitas ciudades que nunca experimentaron la armonía casi imposible, entre lo elaborado por los seres humanos y aquellos tesoros que nos ha ido regalando la naturaleza, como madre que es.
No es de extrañar que el tema del paraíso perdido esté presente en muchas alusiones, desde que John Milton, allá por el siglo XVII, en Inglaterra diera ese nombre a su extenso poema en prosa. Y con ese título tenemos la oportunidad de conocer la obra de Javier González Alcantud, un artista granadino, que está exponiendo en la Casa de Zafra y el Carmen de Max Moreau, en el Albaicín.
Se trata de una colección de los grabados que ha ido elaborando el artista, a lo largo de los años, como un homenaje melancólico a la Granada donde nació y vive y con frecuencia se desespera ante el descuido y la barbarie.
Flores, palmeras, jardines recónditos, se dan la mano con unos textos poéticos cuidadosamente elegidos, como si le diera voz a las imágenes cargadas de una desoladora nostalgia y melancolía. El artista hace aflorar los edificios, los jardines, algunas escenas, como si surgieran de unas brumas que se van diluyendo, o quizá es al revés, que regresan como fantasmas para recordarnos que existieron, como si quisieran volver de las ruinas y el olvido. Cuando los vas recorriendo en las salas silenciosas, te da la sensación de que van a desaparecer en cualquier momento, aunque estén enmarcados la mayoría de los dibujos. Pero no se fueron diluyendo los elegantes edificios, o los alegres jardines que ya se agostaron, también hay detalles de seres humanos entre la felicidad y la decadencia.
Quizá para recordarnos que .se trata de arte, nada menos y simplemente, el autor nos indica los instrumentos que ha utilizado para hacer visible lo que siente y lo que piensa, mostrando cómo ha llegado hasta allí y lo exquisito y exigente que es con la calidad y la precisión: «Lápices de grafito acuarelables y tinta china sanguine, o «pluma de caña sobre papel reciclado», informa. Y qué decir de las palabras, bien escogidas en citas oportunas. «supongo que una gran felicidad es un poco triste… dice Scott Fitzgerald y añade: «cuando la rosa muere, la belleza está en la agonía del sacrificio y en el fin de la agonía».
Y sobre todo William Worsworth (1798) y su oda a la inmortalidad: «Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo».
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