Espíritus de la Transición
En estas semanas he leído a varios viejos históricos socialistas hablar del «espíritu de la Transición». Y, bueno, tal y donde estamos sería más apropiado ... hablar de los espíritus de la Transición, porque en los últimos años la política destructiva que venimos padeciendo se ha llevado por delante todo el legado de aquella época. Solo nos queda un símbolo vivo, que es Juan Carlos I, y existe el riesgo real de que acabe muriendo exiliado, como los malos reyes que son expulsados por su pueblo. Si el Rey emérito fallece lejos de su país se demostrará que la sociedad española es incapaz de honrar a sus grandes hombres, ni vivos ni muertos.
Es como la discusión sobre si debe dimitir el Fiscal General del Estado. Si realmente existe alguna duda acerca del comportamiento correcto y debido del Fiscal en su actual situación, entonces es que el debate ya está perdido. Porque las grandes democracias no se sustentan únicamente por códigos, leyes o constituciones, sino por elementales normas no escritas de decencia y de higiene que todo el mundo conoce y que respeta en el ejercicio de cualquier cargo público. Por desgracia, esta pérdida de códigos de educación y respeto no solamente alcanza a la política, sino que llega a toda la sociedad. En qué momento se ha aceptado que vayas a una cafetería, o estés en un vagón de tren, y tengas que escuchar a toda voz los videos de tiktok que se pone el mamarracho de al lado o la videollamada que a gritos realiza la del asiento de delante. Hemos normalizado que estés desayunando en algún sitio turístico y veas como entra el imbécil de turno grabando toda la sala y sacándote a ti, por supuesto, en su puñetero video. No recuerdo en qué país, pero ya han aprobado multas para estos comportamiento absolutamente incívicos y respetuosos. Por desgracia, ningún reglamento puede reparar la deriva de la hiriente falta de sentido de la convivencia.
Volviendo al tema de la Transición, me llama bastante la atención las intermitentes campañas en redes contra Felipe VI que suele llevar a cabo Cox. Digo esto porque comparten con los separatismos antiespañoles y la izquierda del retroceso su odio a la figura real. El motivo del odio de estos últimos, lo entiendo; pero que la derecha beata y taurina deteste al actual Rey solo puede responder a que anhelen un nuevo Caudillo que ocupe la jefatura del Estado. Lo más vergonzoso es que la Gestapo voxera que intoxica por las redes culpa al Rey de firmar las leyes del Gobierno, o se pregunta para qué sirve el Rey si no puede parar la ley de amnistía, por ejemplo. Con esto podemos confirmar el semi analfabetismo funcional que destila el cargo-mamporrero medio del ¡arriba España!
Muchos dicen, desde hace años, que la última defensa del estado-nación llamado España son los jueces y la Guardia Civil (la UCO, más exactamente). Pero realmente el símbolo de la unidad y permanencia de la nación española no es otro que la Corona. Es cierto que todos los actos del Rey son debidos y con refrendo, pero en los dos peores momentos de nuestra democracia (23-F y octubre del 2017) el Rey- cada uno en su estilo- usó su corona para ponerse al frente del sistema constitucional. No sé si podría afirmarse que nuestro Rey tiene una especie de «poder de reserva» ante crisis extremas, pero si Felipe VI quiere respetarse a sí mismo y a lo que representa no puede permitir, bajo ningún concepto, que su padre muera en el exilio.
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