Escribidor de política
«Escuchamos a mamporreros mediáticos que hace años aseguraban que si Rajoy no lograba aprobar los presupuestos generales tendría que dimitir ipso facto, defender que da igual si Pedro no puede aprobar las cuentas del Estado»
Marcial Vázquez
Politólogo
Jueves, 3 de abril 2025, 23:03
Una de las cosas más peligrosas que llevamos dentro es nuestra vanidad. Porque de la vanidad se pasa al orgullo, y del orgullo a cometer ... muchas estupideces. El gran problema llega cuando muchas personas incapaces de controlar su vanidad llegan a cargos públicos, o lugares privados con poder, con potestad de joderle la vida a mucha gente. Entonces el problema ya no es nuestro, sino de los demás. Siempre hay momentos donde nos preguntamos quién somos, y está bien. Lo más conflictivo es cuando sabemos quién somos, pero no tenemos muy claro qué somos, y aquí es cuando aparecen las respuestas que a veces no coinciden con nuestros deseos.
Leí las memorias de Manuel Alejandro demasiado rápido, sobre todo porque muchas páginas las pasé sin siquiera ojearlas. A mí me interesaban sus memorias musicales, más allá de su opinión sobre la vida o el universo, y a eso me dediqué durante su libro. Precisamente, Manuel Alejandro no se considera un compositor de canciones, sino un «escribidor de canciones». Me gustó esa idea, aunque según la RAE la palabra escribidor tiene dos acepciones totalmente opuestas: o un escritor prolífico, o un mal escritor. Entonces es cuando me vi reflejado: yo también puedo decir que soy un «escribidor de política», y que cada cual elija qué significado querría darme.
Por desgracia, vivimos un tiempo donde solamente se dedican a la política aquellos que no pueden dedicarse a otra cosa, al menos en su gran mayoría. Las pocas excepciones que hay ni están en puestos importantes ni, por supuesto, equilibran la balanza. Por ejemplo, llevamos días escandalizados porque Chiquita de la Calzada ha pisoteado la presunción de inocencia a raíz de la última sentencia sobre el caso Alves. La izquierda de este siglo ha llegado a ese punto de no retorno donde están dispuestos a cualquier cosa con tal de defender su sectarismo analfabeto y liberticida. Nadie se ha atrevido, no sé si el tertuliano Page, a decir, claramente, que la deriva del socialismo trampista es incompatible con los principios más elementales del estado de derecho y de la democracia liberal.
Escuchamos a mamporreros mediáticos que hace años aseguraban que si Rajoy no lograba aprobar los presupuestos generales tendría que dimitir ipso facto, defender que da igual si Pedro no puede aprobar las cuentas del Estado. O catedráticos eméritos de derecho explicarnos que es falso o ambiguo que la Constitución establezca la obligación del Gobierno de presentar cada año los presupuestos. Si con algo tan claro como estas dos cosas, que se pueden verificar con hemeroteca o simplemente leyéndose el artículo 134 de la Constitución, nos intentan lavar el cerebro de una manera tan mezquina y desvergonzada, no hace falta imaginar lo que pretenden hacer con esa estafa sectaria de la memoria histérica o diversos programas que con dinero público van a estrenar en la televisión española para alertarnos de los bulos y las falsas noticias.
Todos los datos económicos que reflejan la fotografía de un país- tanto nacionales como europeos- certifican que España cada vez es más pobre y más mísera. Las generaciones más recientes- e incluyo la mía- tenemos serios problemas para llevar una vida decente y con derechos reales. Como la clase política actual está incapacitada para solucionar nada ni para procurarnos bienestar, se dedican a la manipulación mediática para que aceptemos como normal o inevitable lo que es, sencillamente, una mala vida, una sociedad tóxica. Quedan pocos escribidores de política y casi ningún político útil y decente. Los jóvenes crecen enganchados a las redes y a la IA y la humanidad intrínseca de la raíz de Europa se pudre sin remedio y sin que nadie se dé cuenta.
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