De los manuscritos árabes y aljamiados andalusíes
Fue una época de gran convivencia –o mejor decir supervivencia– entre la mayoría de la población indígena, hispanorromana (...) con los núcleos de poder musulmanes
Sábado, 12 de octubre 2019, 01:58
La profesora María Jesús Viguera Molins, en su discurso de recepción en la Real Academia de la Historia, eligió como tema los manuscritos árabes y ... aljamiados, especialmente andalusíes, que vieron la luz en la época de dominio musulmán en nuestra península, muchos de los cuales, en soporte de papel, tuvieron su origen en al-Andalus, especialmente en Granada, en donde aún se conservan un buen número de ellos en distintos organismos, incluida Baza y Guadix, donde yo, por lo menos, he examinado cuatro.
Para los no familiarizados con estos asuntos, aclaro que un manuscrito en árabe esta escrito, de palabra y grafía, en caracteres árabes, en las distintas cuatro escuelas en que suele dividirse esta lengua, una de ellas la andalusí. En cuanto a lo referente a un manuscrito aljamiado, es el que está escrito en latín más o menos degradado, romance o castellano, pero usando grafías árabes.
En el discurso arriba aludido, además de su interés intrínseco, histórico y lingüístico, –y por eso lo traigo aquí– es porque nos explica, a través de esos textos, cómo la dominación musulmana hasta el siglo X, más o menos, a pesar del Califato, al menos en estas tierras del sudeste peninsular, fue una época de gran convivencia –o mejor decir, supervivencia– entre la mayoría de la población indígena, hispanorromana, incluido su cristianismo con sus iglesias, hábitos y costumbres, con los núcleos de poder musulmanes, muy minoritarios, asentados especialmente en la Baja Andalucía y esporádicamente dispersos por buena parte de la península, de manera transitoria –saquear y abandonar– bajo manu militari. Así, hasta la caída del Califato tras la batalla de Calatañazor, periodo en que los cristianos hispanorromanos, peor que mejor, continuaron con sus hábitos, incluido el uso de sus iglesias, baños, cementerios..., pero no tanto con su lenguas y antropónimos.
Pero como nos demuestra la profesora Viguera, a golpe de manuscritos, los indígenas ya por el siglo IX, por novedad cultural, fueron adoptando la grafia árabe por vías de la aljamía (algo como hoy sucede con el inglés), que así se convirtió en el caballo de Troya que por ahí empezó a sustituir al degenerado latín de los mozárabes, especialmente, como siempre, empezando por las minorías cultas, aunque los contenidos fueran el latín tardío ya sin concordancias de uso simplemente fonético. Fenómeno que pronto se extendería al uso de los antropónimos y topónimos foráneos. De tal manera que los muchos manuscritos en caracteres árabes que fueron a parar a la Spania cristiana y aún a Europa, aunque escritos en árabe, procedían de hispanoromanos y muchos de ellos en aljamía que, con el tiempo, acabaría en un árabe formal en su variante andalusí.
La real transformación cultural, que no vital, de los andalusíes al islamismo lingüístico y religioso se produce después de la batalla de las Navas de Tolosa, tras la de Alarcos, cuando los almohades y antes, en menor escala, los almorávides, sometidos ya a la presión vencedora y reconquistadora de los cristianos del norte, deciden radicalizar su islamismo al imponer por la fuerza la cultura musulmana, especialmente religiosa, lingüística y artística, arrasando para ello la todavía latente mozarabía, para lo que destruyen sus aún vigentes iglesias y edificios civiles para sustituirlos por las nuevas mezquitas, escuelas coránicas y el uso radical de su lengua y religión, de tal manera que el posterior relumbre de al Andalus, –el reino nazarí– no fue obra de lo árabes de Oriente sino de los últimos Taifas culturizados por los norteafricanos del Magreb, más radicales por adivinar ya su canto de cisne en esta península nuestra, especialmente desde que Alfonso VIII cantara victoria en las Navas de Tolosa (1212).
Y así, cuando surge por concesión de Fernando III el reino nazarí, no lo hace como retoño del arabismo decadente, sino de los almohades norteafricanos coaligados, a manera de pinza, con los residuos hispanoromanos, los Taifas, ya islamizados, del sureste en donde, aún en el siglo XV, se localizan manuscritos aljamiados procedentes de la Granada mudéjar, vivo testimonio de la perduración, a través del tiempo, de los núcleos cristianos o mejor indígenas, supervivientes de aquel desastre que fue la invasión musulmana del año 711.
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