La tilde humana
La tilde no es necesaria, lo necesario es comer cuando se tiene hambre, cobijarse bajo un techo cuando llueve y beber cuando lo mata a uno la sed
Manuel Pedreira Romero
Viernes, 3 de marzo 2023, 22:45
Los académicos han aprovechado la formidable cortina de humo desplegada por la huida de empresas españolas a Holanda y las andanzas de Tito Berni (El ... País reprochó ayer en su editorial la «magnificación político-mediática» de este caso) para colar de rondón el asunto de la tilde en el solo. Incluso han hecho coincidir su nuevo veredicto ortográfico con el secuestro de una concejala de Maracena, maniobra artera que sólo (¿aquí va con tilde, sin tilde, con tilde en la l?) puede pillar desprevenidos a los incautos que no saben cómo se las gasta la institución que limpia, fija y da esplendor a nuestro idioma. Los más osados le dan la vuelta al argumento y aventuran que no es que la RAE se haya refugiado en esas otras noticias para que la suya pase desapercibida, sino que las ha orquestado previamente para lograr ese fin. No seré yo quien contribuya a alimentar esas teorías conspirativas, que me parecen descabelladas y desprovistas del más mínimo sentido, pero ahí las dejo.
No lo voy a dejar para el final: soy tildista. Me reconozco como defensor de la tilde por puro romanticismo, por hedonismo, si se quiere. El contexto permite diferenciar si el 'solo' es adjetivo o adverbio en casi todos los casos, pero mi reivindicación de la tilde es, por encima de todo, estética. No me refiero, aclaro, a la mayor o menor hermosura de la rayita inclinada encima de la letra 'o' sino a la belleza de lo accesorio, al gusto por lo que no es necesario, uno de los rasgos que nos distingue de los animales y nos humaniza.
La tilde no es necesaria, lo necesario es comer cuando se tiene hambre, cobijarse bajo un techo cuando llueve y beber cuando lo mata a uno la sed, igual que hacen los animales, pero miles de años después no abandonamos la cueva de Orce para nada. Lo hicimos para que andando el tiempo Bach compusiera los conciertos de Brandenburgo, para que Pasteur descubriera la vacuna contra la rabia y para que pudiésemos volar de un continente a otro, pero también para la futilidad, para que lo frívolo ocupe un lugar importante en nuestras vidas, solemnizadas de sobra por los dos momentos que la enmarcan, el nacimiento y la muerte.
La Academia, en esta ocasión, la ha liado parda pues ha faltado al segundo de sus mandamientos, el de fijar criterio y resolver dudas. Ha hecho lo contrario, alimentando una ambigüedad y una libertad de uso que resultará trágica para el futuro de las tildes. Ahora dependerá del criterio de cada cual que escriba la palabra y estime si hay riesgo o no de confusión. Mal, muy mal. Con algo así no se juega. Lo digo sin ánimo de mag-ni-fi-car.
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