Sin rumbo y en el lodo
España no se va a romper, la gente seguirá con el santo milagro del pan y los peces tres veces al día
Manuel Pedreira Romero
Viernes, 12 de septiembre 2025, 22:59
Tengo fe en que algún día veremos lo que está ocurriendo ahora con ojos incrédulos, con una perplejidad que le otorgue un barniz de irrealidad ... a todo lo que está pasando de un par de años para acá. Y ojalá ese asombro se nutra de la certidumbre de que nada de eso podrá ocurrir entonces, en ese futuro ignoto. Y deseo también que no se olvide, por si es verdad eso de que quienes olvidan su historia están condenados a repetirla.
Ver a todo un Fiscal General del Estado procesado por el Tribunal Supremo suena a ciencia ficción. Que el presidente se empeñe en mantenerlo al frente de una institución principal y que para ello lance acusaciones diarias (el tiempo de las insinuaciones y de los eufemismos ya pasó) de que los jueces del Supremo están prevaricando va más allá de la ciencia ficción. Supone una quiebra de la división de poderes y un torpedo en la línea de flotación de nuestra democracia constitucional que carece de antecedentes y del que resulta muy difícil regresar.
Me está saliendo un tono editorialista que no me pega. Mi estilo es otro. En resumen, lo del fiscal general de las gafas es la polla. Igual que fue la polla lo de la amnistía aunque creo que a eso ya le echamos unas letras por aquí. O no. Yo qué sé. España no se va a romper, la gente seguirá con el santo milagro del pan y los peces tres veces al día y Lamine no dejará de irse desde la banda al centro para destruir defensas. Vale. Pero tener a un Fiscal General del Estado en pleno ejercicio de sus funciones sentado en un banquillo es sencillamente alucinógeno. También lo es escuchar a los ministros dictar sentencias y en la misma frase decir «dejemos que la justicia actúe». ¿Es acojonante o no?
Como con tantas y tantas cosas, el sanchismo ha acabado por comprar y hacer suya toda la argumentación averiada de los nacionalistas y una de ellas es la de la persecución política desde las instancias judiciales, el famoso lawfare, el concepto que pasó de provocar indignación en manos de los ministros cuando lo sugerían Puigdemont y compañía, y que ahora, en concreto desde la noche del 23 de julio de 2023, esgrimen los mismos ministros con la naturalidad de quien se pide un café con media de tomate. Y debe ser que ahí hay tomate de verdad.
Nadie olvidará nunca que hubo un Fiscal General del Estado que, al saberse investigado por el Tribunal Supremo, vació su móvil con el mismo celo que pone un asesino en limpiar la escena de un crimen. Es verdad que Álvaro García Ortiz puede ser absuelto del delito del que se le acusa. No alcanzará nunca, sin embargo, la absolución de haber dejado la reputación de la Fiscalía perdida, sin rumbo y en el lodo. Y todo porque un día Pedro le dijo ven.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión