Letras chungas
La presa de Rules me ha dado de comer como ningún otro asunto en los últimos veinte años, un dato que constata la exasperante mediocridad de estas líneas sostenida a lo largo de dos décadas
Manuel Pedreira Romero
Viernes, 22 de septiembre 2023
Leo que hay 18 empresas que compiten por comenzar a construir las canalizaciones de la presa de Rules y me echo a llorar. Así sin ... más. Es un llanto lento, discreto, me atrevería a decir que elegante. No me ha hecho falta pensar en un pato cubierto de hormigas. Ni siquiera en el rostro de Puigdemont entrando triunfante y bajo palio por las calles de Barcelona como De Gaulle liberando el París de Vichy. Nada de eso. Me ha bastado con acordarme de mí mismo, y ahí sí que he cumplido la instrucción de dirigir la imaginación hacia dentro para conseguir un llanto de calidad.
Me he recordado como plumilla en la Costa asistiendo al final de las obras del pantano. Un plumilla con pelo e ilusiones. Un plumilla que, por el tiempo en que se dio por acabada la obra de la presa de Rules, desconfiaba de Beckham como mediocentro del Madrid, empezaba a detestar por lo bajo al asturiano ese de la Fórmula Uno que acababa de proclamarse campeón del mundo y a venerar por lo alto al mallorquín ese de la raqueta que se encaminaba a ganar su primer Roland Garros. Fue en junio y yo era otro hombre.
La presa de Rules me ha dado de comer como ningún otro asunto en los últimos veinte años, un dato que constata la exasperante mediocridad de estas líneas sostenida a lo largo de dos décadas. Me ha dado de comer a mí y a un par de generaciones de políticos de todos los pelos y trincheras. A los únicos que no ha dado de comer ha sido a los agricultores de la Costa, observadores estoicos de una tragedia recrudecida en años como este, secos como el sobaco de una momia. Y por eso he llorado. Con la languidez de un payaso bajo la lluvia. Pero una luz ha aparecido en mitad de la tormenta y he dejado de llorar.
Ha llegado el momento de aprovechar la coyuntura y llenar la red de jureles, qué digo, de atunes, en este mar revuelto. Basta con lograr que Junts incluya entre sus exigencias la construcción en seis meses, qué digo, en seis semanas, de todas las conducciones de Rules. En alta y en baja. Si hay voluntad política, se puede conseguir. Incluso en seis días. Lo que hoy parece imposible, mañana es posible, pasado probable y al día siguiente, una necesidad, una conquista imprescindible para consolidar el diálogo y la convivencia, un dique contra el fascismo, el derrocamiento definitivo del rubialismo.
Cómo serán de chungas estas letras que he comenzado hablando de Rules y he terminado hablando de Felipe González. Ahora sí que hay que llorar. Sin acritud.
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