El hombre de Garrucha
Sobre el desastre de aquel Corpus aciago levanta cada día un edificio nuevo hecho de palabras y de dudas
Manuel Pedreira Romero
Viernes, 31 de enero 2025, 22:56
Hacía calor ese día del Corpus. Calor, sol y moscas, como dicen los taurinos que hay que ver los toros. Será por eso que la ... tarde aquella se puso perdida de cornadas, de femorales, de safenas, de aortas abiertas como libros. Un cornalón de los de verdad, de dos trayectorias, pero invisible. Una doble disección de aorta de las que te sacan con los pies por delante si no lo remedia un cóctel de ciencia médica, sabiduría y suerte, la misma que se desean los toreros montera en mano antes de iniciar el paseíllo.
El hombre que vino de Garrucha se vio de pronto saludando a la muerte, que lo llamaba por su nombre y le tiraba del brazo, y luego del otro brazo, y que lo tenía subido a su barca hasta que un tirón de los médicos lo trajo de vuelta a la vida, a esta nueva vida que es la misma pero distinta. El hombre que vino de Garrucha es ahora un gigante sentado en una silla. Las piernas no le rulan pero su cabeza es un turbión de ideas, de planes y preguntas. Sobre el desastre de aquel Corpus aciago levanta cada día un edificio nuevo hecho de palabras y de dudas, donde no deja espacio para más lamentos que los estrictamente necesarios.
El hombre que vino de Garrucha se pasó media vida pululando por comandancias y comisarías, oliendo la sangre y contándola en estas páginas sin dejarse atrás ningún punto suspensivo. Se trajo de su pueblo el azul del mar en los ojos y una conciencia de clase de la que no hay quien lo saque ni a martillazos. Criado en los Pajaritos y en el barrio de Doctores, sus padres pensaron que Granada era el mejor sitio donde vivir si alguno de sus hijos iba a la universidad y el chavea les salió con que se iba a Bilbao a estudiar para periodista. Y de allí regresó con el título bajo el brazo y el sueño de ganarse la vida tecleando historias, hasta que encontró parada y fonda en esta redacción y un hueco largo en su hemeroteca.
El hombre que vino de Garrucha volvió a nacer hace casi dos años y cuando se despertó María del Mar todavía estaba allí, más María del Mar que nunca, y ahí siguen comiéndose la vida a dentelladas. Los dos saben cosas que los demás ignoramos. Por ejemplo, que a lo mejor la vida empieza cuando sabemos que no existe. Los dos están aquí, pero con su ejemplo y sus cojones de titanio ya están a salvo, fuera del tiempo, donde ningún maleficio les perturbará.
El jueves pasado te distinguieron periodistas de Granada. Nunca hubo un reconocimiento más justo. No pude llevarte una montera para que procedieras desde el escenario, Joserra, pero que si un día te traes de tu pueblo un camión de gambas rojas, no nos vamos a molestar si nos convidas. Va por ti, maestro.
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