El dedo de Dominguín
No se me ocurre una forma mejor para subrayar con un gesto cada uno de sus cambios de opinión
Manuel Pedreira Romero
Viernes, 10 de enero 2025, 23:01
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Manuel Pedreira Romero
Viernes, 10 de enero 2025, 23:01
Primero fue la incredulidad. No puede ser. Será una trola, una exageración propia de estos tiempos de desmesura. Después vino la reflexión, el atar cabos, ... el examen pormenorizado de los antecedentes. Ya no me sonó tan extraño. Hombre, no me parece normal pero, en fin, ahora que lo dices… Más tarde, envenenado por la tendencia al exceso y a la distorsión a la que conduce la sobreabundancia de información, no solo me lo creí sino que hasta me pareció digno de aplauso. Y todo porque me dijeron esto: «El presidente acaba de hacer un corte de mangas en público, rodeado de gente y con cámaras cerca, y ha acompañado el gesto con un berrido propio de un osa parda en celo». Todo un presidente, con su traje, su corbata y su séquito, basureando con un ademán tabernario el escrúpulo formal que cabe atribuirle y exigirle como representante máximo de una institución.
¿Comprenden ahora mi desconcierto inicial? Pues eso no fue nada. Lo gordo fue cuando me aclararon que el del corte de mangas había sido Joan Laporta. No entendí nada, porque a quien mi inconsciente le había encasquetado el elegante aspaviento era a otro presidente, a nuestro presidente, al puto amo, en palabras del ministro Óscar Puente. Porque no son pocos los momentos en que el actual inquilino de la Moncloa le ha hecho un corte de mangas al personal. No se me ocurre una forma mejor para subrayar con un gesto cada uno de sus clamorosos cambios de opinión, cada una de sus inmorales rectificaciones.
Porque fue Sánchez quien calificó lo ocurrido en Cataluña como una rebelión, quien renegó de los indultos y quien repudió la posibilidad de una amnistía para después vaciar el código penal al dictado de los sediciosos, a quienes después indultó y por último amnistió. Toma corte de mangas. Porque fue Sánchez quien aseguró que nunca pactaría con Bildu y ahora el compadre Otegi se ha convertido en el socio más fiable de su gobierno. Otra vez la mano al antebrazo. Porque fue Sánchez el político que edificó su liderazgo como una reivindicación de la militancia frente al aparato y ahora anda dando mandobles con su aparato (¿cómorr?) de acá para allá, imponiendo a sus afines en todas las autonomías donde le place.
Laporta se ha llevado los focos pero es un mero aprendiz. El intérprete supremo de los cortes de mangas en esta España desquiciada es el marido de Begoña, el exmentor de Ábalos, el resucitador de Franco, el del muro sin lamentaciones. Y tendría todo el derecho a coronar su próximo desprecio a la coherencia levantando el dedo como hizo Dominguín para proclamarse como el número uno. Lo es, por mucho que os pese.
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