Una prédica en el desierto
Emerge septiembre reclamando como suya la naturaleza adánicade todos los comienzos
Escribe el Robinson urbano que la ciudad revive en este septiembre tibio y prometedor como un papel en blanco donde alguien, nosotros, comienza a diseñar ... sin miedo las utopías urgentes de un porvenir que se ha iniciado sin aviso. Todos los porvenires se empiezan a dibujar en septiembre, el mes que apaga los incendios en el monte y las brasas de unas vacaciones que se desvanecen en la memoria. Emerge septiembre reclamando como suya la naturaleza adánica de todos los comienzos. El año, la vida, la liga y las clases comienzan ahora y no en enero por mucho que los obedientes calendarios se empeñen en lo contrario. También un ministro de Franco se obstinó en darle a enero lo que le corresponde a septiembre y fracasó, como fracasan todos los que quieren torcerle el brazo a la naturaleza y vivir 150 años o ser inmortales.
Aquel ministro que Franco eligió por equivocación duró mucho menos, apenas siete meses, pero le bastaron para encontrar su hueco en la historia y añadirse al catálogo de calendarios que tratan sin éxito de encajonar esa noción inasible que llamamos tiempo. Así, junto al calendario gregoriano, al chino, al azteca o al babilónico, aquel ministro nacido en Armilla acuñó el calendario juliano que estableció el inició del curso universitario en enero, y que a la postre solo sirvió para que ese año los estudiantes disfrutaran de unas estruendosas vacaciones entre junio y diciembre. El experimento duró lo que una pompa de gaseosa y al año siguiente, septiembre reclamó lo suyo y devolvió la vida universitaria al orden natural de las cosas. Y ese orden nos dice que en septiembre se inicia el curso, los maestros regresan a sus puestos de salida y los niños y adolescentes a sus pupitres, expectantes e ilusionados por empaparse de fórmulas matemáticas, obras de Lope de Vega o afluentes del Duero.
Y ahí es donde viene el problema. El problemón. En las últimas pruebas del informe PISA, los alumnos españoles de 15 años lograron los peores resultados de la historia en Matemáticas y Ciencias. Y la mediocridad acelera en cada edición del informe. Estamos creando zotes. Lamentar el caos del sistema educativo, criticar la celeridad con la que se cambian las leyes sobre el particular y clamar por un pacto de Estado que saque a la educación de las trincheras políticas se ha convertido en un lugar común, una prédica en el desierto, un quejío que ya nadie escucha a fuerza de ser repetido, pero que no por eso deja de ser una necesidad apremiante, vital, que debe preocuparnos.
Dicen que en las escuelas ya no se corrigen las faltas de ortografía porque lo de los niños es una 'ortografía natural', que no importa errar en las cuentas porque para eso están las calculadoras y que el fracaso escolar se remedia prohibiendo los suspensos. Es como pensar que eliminando los análisis de sangre se acaba con el sida.
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