Gracias, Juan, por tu ejemplo
«Juan fue mucho más que un articulista brillante. Fue un pensador sereno, una voz comprometida con la reflexión, la palabra justa y la búsqueda de lo esencial. Supo conectar lo cotidiano con lo universal, y buena parte de sus textos fueron recogidos en varios libros, dejando un legado literario y humano de gran valor»
Manuel Morato Moreno
Profesor titular de la Universidad de Sevilla y alumno de Juan Teruel Salmerón en el curso 1973/74 (6º curso de EGB)
Jueves, 24 de julio 2025, 22:55
Con gran tristeza he conocido el reciente fallecimiento de Juan Teruel, colaborador habitual de El Ideal de Almería y autor durante tantos años de la ... columna Puerta Purchena. Quisiera, desde estas líneas, rendir un modesto pero sentido homenaje a su figura, como lector de su columna, pero sobre todo como alguien que tuvo el privilegio de conocerlo de cerca.
Fui alumno suyo cuando tenía apenas 12 años. Aquel maestro joven y apasionado por la enseñanza dejó en mí una huella que nunca se borró. El destino quiso que, cuarenta años después, nos reencontráramos. Desde entonces, mantuvimos una amistad constante, profunda y sincera, que me permitió conocer a un hombre de extraordinaria cultura, generosidad y humanidad.
Licenciado en Psicología por la Universidad de Barcelona y en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, obtuvo el grado de doctor en Psicología en junio de 1991 y en Periodismo en noviembre de 2015, ambos por la Universidad de Sevilla. Esa sólida formación se combinó con una inquietud intelectual incansable y una capacidad admirable para observar y compartir la vida con lucidez y profundidad.
Juan fue mucho más que un articulista brillante. Fue un pensador sereno, una voz comprometida con la reflexión, la palabra justa y la búsqueda de lo esencial. Supo conectar lo cotidiano con lo universal, y buena parte de sus textos fueron recogidos en varios libros, dejando un legado literario y humano de gran valor.
La última vez que lo visité, ya en una residencia de Sevilla, su deterioro físico contrastaba con la entereza con la que afrontaba la situación. Al despedirme, le pregunté si deseaba que le llevase algo en mi próxima visita. Me respondió, con una sonrisa: «Tráeme un helado». Esa respuesta sencilla, amable y cargada de humanidad me acompaña desde entonces como una lección más de quien fue, ante todo, una buena persona.
Su última columna en este diario se publicó el pasado 25 de enero, tras más de tres décadas de compromiso semanal con sus lectores. Fue entonces cuando sentí la necesidad de enviar mi primera Carta al Director. Hoy, con esta segunda, me despido con gratitud, afecto y profundo respeto.
Gracias, Juan, por tu magisterio, por tu amistad y por tu ejemplo. Que estas líneas sirvan como homenaje y reconocimiento a una vida vivida con autenticidad, compromiso y generosidad.
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