La vida sigue
Ahora nos trae una novedad sorprendente. El presidente, jefe de uno de los partidos coaligados, se convierte en mentor del que queda a su izquierda, aunque repudiando a la tercera pata
Manuel Montero
Jueves, 30 de marzo 2023, 22:26
Ni la moción de censura ni la proximidad de las elecciones cambia la actitud. El legado de esta época es el desdén del poder por ... la realidad y el sentido común. Por un lado, el gobierno pacta con la Bildu de fascinación terrorista y adopta leyes sobre la violencia de género que resultan contrarias a las mujeres. De otro, el presidente va a China y los pelotas sugieren ya que recibirá un mensaje por el que encabezará la pacificación de Ucrania, difundiendo la buena nueva en la Unión Europea. Asombra que se confíe para estas cuestiones en gente sin experiencia internacional digna de tal nombre ni pedigrí diplomático. Echan las campanas al vuelo por la novedad de la invitación china al presidente español, sin caer en la cuenta de que el presidente Rajoy estuvo allí tres veces. Va en el cargo. No importa: la historia empezó con ellos. Manda el adanismo.
La vida sigue igual. Nos movemos entre el absurdo y el autobombo. Por duro que resulte, esta gente nunca ha dudado de sus capacidades. De lo contrario, no se entiende que hayan incorporado como argumento central de su discurso la indignación por la eventualidad de que el PP pacte con la extrema derecha. La queja asombra viniendo de quienes no tienen problemas en aliarse con la extrema izquierda, apoyarse en los golpistas catalanes y realizar traslados de terroristas presos para contentar a la izquierda abertzale.
Quizás la doble vara de medir, el pan nuestro de cada día, no se deba sólo a la fatuidad, sino que venga influida por la costumbre de abordar los problemas sólo superficialmente, antes de meterse en harina, imaginando que nunca se derivan daños colaterales.
Seguramente tienen una fe inquebrantable en su ideología, a la que atribuyen la solución para todo. La vida sigue igual: creen que la voluntad suple cualquier carencia objetiva, incluso la de conocimientos. No suelen mostrar preparación, sólo fe, en el presidente o en la doctrina.
Perjudica al gobierno su tendencia a convertir cualquier decisión en una cuestión transcendente –«cambio de paradigma»– y a introducir en la política una sobrecarga de ideología. La forma de validar un planteamiento no es si mejora la realidad sino si acerca al postulado máximo.
La vida sigue y da una nueva vuelta de tuerca. Ahora nos trae una novedad sorprendente. El presidente, jefe de uno de los partidos coaligados, se convierte en mentor del que queda a su izquierda, aunque repudiando a la tercera pata.
Habida cuenta de la capacidad de resistencia del presidente, no hay que desechar que el desaguisado funcione y que este gobierno de trillizos se presente con dos voces a las elecciones, llevando la perplejidad al elector. Todo podría ser, pero se hace que esta vez la apuesta es desatinada, pues imagina que los votantes del PSOE se han radicalizado como lo ha hecho el presidente del gobierno y que en cambio los radicales se han moderado, acudiendo mansamente a votar al que este les indique.
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