Nuestros fontaneros
Los fontaneros de la Casa Blanca, del Kremlin, los fontaneros de la Moncloa… Evocaban un segundo plano discreto, pero profesional, que sacaba las castañas del fuego a los políticos
En tiempos, el término 'fontanero' aplicado a la política tenía resonancias de eficacia. No sonaba noble, pero se entendía que el poder necesita técnicos que ... le resuelvan discretamente los enredos en que se meten los mandos. Que los arreglen de forma pragmática. Que el grifo dé agua, sin exhibicionismo. Que haya luz, que no se paren los teleféricos. El objetivo de los fontaneros era que las cosas funcionasen.
Los fontaneros de la Casa Blanca, del Kremlin, los fontaneros de la Moncloa… Evocaban un segundo plano discreto, pero profesional, que sacaba las castañas del fuego a los políticos, por lo común unos aficionados al poder, no unos expertos ni capacitados para gestionar. Incluso cuando se profesionalizan –y logran ordeñar el presupuesto público sin fecha de caducidad– siguen actuando como amateurs: moviéndose por ocurrencias, por hacer la pelota, por poner la zancadilla al compañero. Nada de enjundia.
Estos políticos, siempre novicios, siguen necesitando fontaneros para ejercer el poder. Sin embargo, el concepto de fontanero en la política ha decaído mucho en España. Según dicen, hay decenas de sujetos que actúan como asesores del presidente, cargos de contenido incierto, que se corresponden con lo que la terminología clásica llamaba 'fontaneros'. A juzgar por sus resultados, su función no es ya arreglar las cosas con eficacia y discreción. Ahora los fontaneros se dedican a algo más primitivo: a alabar al gobierno pese a sus sucesivas meteduras de pata.
Ya no importa lo que sucede, sino el relato de lo que sucede. En consecuencia, al fontanero de la Moncloa ya no le preocupan si funcionan los trenes o si se funden los plomos y España queda en penumbra, etc. Son cosas que pasan y, a juicio del fontanero actual, no tienen arreglo ni importa. Lo que cuenta es un relato que excuse al Gobierno.
El Gobierno no tiene culpa de nada.
El Gobierno prefiere quedar como tontolaba que como responsable.
Así, la función del fontanero, lo que ocupa sus días y sus noches, es buscar chivos expiatorios, encontrar argumentos que culpen a la oposición de todos nuestros males, sugerir que el gobierno tiene un toque divino. Si esto no es del todo posible, como sucede últimamente, han de sugerir incertidumbres tenebrosas que azotan al gobierno, ataques cibernéticos que apagan luces y paran trenes, actos de sabotaje... Al parecer, el gobierno lleva mejor que nos ataquen los rusos que suponer que nos roban unos chorizos o que se nos desequilibran las energías.
El fontanero difunde que todos están contra este Gobierno misericordioso.
Así puede chorrear a la oposición por no cerrar filas tras Sánchez redentor.
El fontanero actual tiene la ventaja de que trabaja en grupo y con objetivos concretos. Alguien dará con algún argumento demoledor. Cabe imaginar que dentro del oficio habrá especialistas. Los fontaneros encargados de buscar la culpa a los Ayuso, los dispuestos a saltar sobre el periodista o el juez que no se pliegue. Los dedicados a que se desvanezcan las diferencias entre la verdad y la mentira.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión