El diputado lascivo
Resulta inverosímil que en un grupo tan cerrado, que parecen relacionarse sólo entre sí y asimilados, no se hubiese sabido algo
Manuel Montero
Jueves, 31 de octubre 2024, 23:25
El destrozo que ha hecho a Sumar –y a este ámbito ideológico– el caso Errejón no lo salvan ni comunicados que farfullan que ellos no ... sabían, ni extemporáneas ayudas laudatorias del PSOE alabándoles su rápida reacción. Tales jaculatorias agravan el caso, porque es obvio que reaccionaron tarde, cuando ya era de conocimiento público que el líder era una pieza de cuidado –ni siquiera actuaron cuando empezaron los rumores, sino cuando les caía la lava–. También porque hace tiempo sabían que algo había, lo han dicho. Además, resulta inverosímil que en un grupo tan cerrado, que parecen relacionarse sólo entre sí y asimilados, no se hubiese sabido algo, máxime cuando al parecer el sujeto reincidía.
Profundiza Sumar en su descrédito al comenzar su comunicado asegurando que ellos, como otros «progresistas», están indignados con el comportamiento sexual del depravado, término que no emplean pero deberían. ¿A qué viene atribuir la capacidad de indignarse sólo a los progresistas? Sin discutir la legitimidad con que se apropian de la cualidad de «progresista» –visto lo visto, una estafa– esta gente parece ignorar que cualquier persona decente, de izquierdas o de derechas, conservadora o revolucionaria, se indigna con el acoso sexual. Más aún si da en depredador. No digamos si es una autoridad acostumbrada a dar lecciones morales, que ha bramado públicamente contra hechos que frente a los suyos parecen nimiedades (el beso de Rubiales, sobre el que despotricó el acosador, fue inadmisible, pero una menudencia frente a los acosos del lascivo).
En esa presunción de que el repudio del acoso sexual es asunto de progresistas radica uno de los males de fondo de esta historia. Primero, por lo que indica de desconocimiento de las sensibilidades sociales, que no son monopolio de grupúsculos. Segundo, porque subyace la injustificada convicción de superioridad moral. A lo mejor el depravado se atribuía indulgencia por sus elevadas convicciones, pensando que la santidad conventual le permitía hacer de su capa un sayo. A lo mejor tal mentalidad explica que todos miraran hacia otro lado. «Ya sabes, cosas del jefe».
El jefe Errejón no ha pedido disculpas a las víctimas. Ha venido a decir, en un lenguaje alambicado que quiere sonar intelectual, que todo fue por el estrés, el ambiente neoliberal y el patriarcado, las evasivas más ridículas posibles.
Otra cuestión está pasando inadvertida. Al parecer, el vivales se ponía ciego de coca (circunstancia que quizás influye más que el patriarcado y el neoliberalismo), lo que es difícil ignorase su entorno. ¿Es así? ¿Compartían el vicio? La cuestión es importante, no por moralina, sino por la posibilidad de que haya entre nuestros diputados quienes tomen decisiones drogados o con los destrozos mentales que la droga produce. ¿En qué manos estaríamos?
Son los extremos que convendría aclarar, una vez se ha derrumbado, sin remisión, la alternativa de Sumar. Es posible que siga en el gobierno y que el gobierno siga, pero cada vez con menos posibilidades de salir del fango. Si caes en arenas movedizas te vas hundiendo.
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