La derechización occidental
Pasa inadvertido en el empuje de la derecha que estamos ante una tendencia generalizada en los países occidentales
Suelen verse las tensiones políticas españolas como la mera actualización del enfrentamiento tradicional izquierda derecha, como una reedición agudizada y fosilizada de la bipolarización histórica ... de España, aunque en la versión simplificada «franquismo-progresismo». Por eso pasa inadvertido en el empuje de la derecha que estamos ante una tendencia generalizada en los países occidentales, lo que no le quita hierro, sino que lo agrava, por reflejar nuestra incapacidad de ver el bosque detrás de los árboles e imaginar que la dialéctica sanchismo-ultraderecha lo consume todo.
Sin embargo, forma parte del panorama occidental el afianzamiento de la derecha, no es una exclusiva de España. En Europa, Estados Unidos y otros lugares tienen auge movimientos conservadores, sea Suecia, Italia, Holanda, Canadá, Hungría, Polonia e incluso Francia.
Suelen encontrarse causas locales para los distintos auges de la derecha, pero también algunas generales, tales como la reacción a la radicalización de la ideología de género, la percepción de que las políticas climáticas son excesivas, además de la preocupación económica, por la idea de que las políticas progresistas aumentan la inflación y los impuestos. Influye también la preocupación por la inmigración y la ausencia de medidas que la encaucen o una percepción de cierta laxitud en la aplicación de la ley, por ejemplo en los desahucios.
No se trata de si estas reacciones sociales están justificadas o no, pero por insuficientes explicaciones o por cierta altanería ideológica, producen reacciones encontradas. El fenómeno es general y refleja cuando menos la desilusión por los gobiernos progresistas.
La excepción española es que aquí gobierna la izquierda tradicional y la izquierda radical mantiene fuerza. Además, los dos principales partidos desde hace 30 años –PP y PSOE– han sobrevivido, en medio de deslices, vaciedades y canibalismos. En varios países, por contra, el bipartidismo ha evolucionado hacia el enfrentamiento entre la derecha tradicional y una emergente derecha radical, de tendencia autoritaria, racista y nacionalista.
El convencimiento de que España es una isla ideológica explica que nos creamos al margen de esta evolución, aunque sea de forma extraña. Gobierna la izquierda socialista, que antes pasaba por socialdemócrata, pero abandonada esta referencia ideológica, no realiza su política sino la que dictan sus apoyos, por la extrema izquierda o por el nacionalismo radical, incluyendo una ultraderecha supremacista. Por eso, el acuerdo entre Bildu y Podemos, por el que quieren «superar el régimen del 78» –es su objetivo expreso desde hace una docena de años–, significa que quieren aprovechar la actual crisis terminal para acabar con lo que queda del régimen constitucional. ¿Esta vez también dará el PSOE el visto bueno?
Así las cosas, no extrañaría que la reacción que se produzca en España siga las vías que se están dando en Europa o América, donde la radicalización extremista, a veces sólo retórica, ha afianzado a derechas de distinto pelaje y cambiado los términos en que se planteaba la vida política. O bien España es diferente y durante unas legislaturas más todo girará en torno a las ocurrencias del sanchismo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión