Creyentes
Lo diría en broma o como para hacer una gracia, o quizás creyendo en ello, pero la propuesta queda ahí: la diputada granadina Paqui Santaella asegura que «al señor Sánchez algún día lo haremos Santo»
Manuel Montero
Jueves, 2 de octubre 2025, 23:11
No era previsible que en este país tan áspero y poco dado a las milongas espirituales se produjese un ataque de misticismo como el que ... estamos experimentando.
Lo diría en broma o como para hacer una gracia, o quizás creyendo en ello, pero la propuesta queda ahí: la diputada granadina Paqui Santaella asegura que «al señor Sánchez algún día lo haremos Santo». Iniciativas como esta, de aire sobrenatural, enaltecen a la representación política, que seguramente recoge la ilusión de la ciudadanía que le ha votado.
Es, en realidad, una profecía autocumplida. Lo fundamental para llegar a santo es tener fieles que crean en la virtud e integridad del sujeto, y a la vista está que el futuro beato primero y después santo canonizado desata ardores y fervores. La religión depende más del creyente que de quien sube a los altares, es el primero el que la mantiene. Nada malo se ve en darle al santo la correspondiente oficialidad por aclamación popular –'santo subito'–, con la singularidad, que le da más morbo, de que la beatificación podría producirse en vida. Nunca se ha visto, pero ofrece infinitas posibilidades, como la de dedicarle procesiones, como tal beato o santo Pedro, subido en la peana después de recibir el Premio Nobel y lo que el entusiasmo popular quiera otregarle, quizás el Cervantes o que le toque la lotería.
El único inconveniente que se ve a la propuesta es que el aspirante a la canonización no aspira a caer bien a todos los fieles potenciales, sino solo a los suyos. No parece obstáculo insalvable. Podría ser venerado como san Pedro vengador, azote de enemigos, patrono de los resentidos, que son legión.
Además, la moda actual es tener una religión al servicio de los intereses propios, dispuesta a castigar a los que no son de la cuerda. Así, por ejemplo, llama la atención en el culto a la Santísima Muerte, que se está extendiendo desde México, que se puede rezar para obtener bienes y también para que la divinidad castigue al contrario.
Rezan: «que impartas justicia contra mis enemigos y adversarios», echándoles encima todo tipo de perrerías –que el concernido no pueda andar, que pierda sus impulsos sexuales, que no pueda levantarse por el dolor de espaldas, etc.–. Verdaderamente, viene como anillo al dedo para nuestras actuales urgencias espirituales, que no necesitan amores y convivencias, sino hacer la pascua al prójimo.
Hay muestras de que la nueva religión de san Pedro vengativo se está practicando ya y con gran éxito. Véase lo sucedido en el Parlamento de Aragón cuando se reconoció a Lamban, recién fallecido, con el premio Gabriel Cisneros a los valores constitucionales. Todos aplaudieron... menos los socialistas, que guardaron un ominoso silencio ante el reconocimiento póstumo a su compañero, que había sido su líder. Al parecer, fue porque en sus últimos años discrepó de san Pedro electrocutador de divergentes. Pasma que ninguno de los socialistas tuviese la decencia, por no decir la educación, de aplaudir. Hay religiones que hacen estragos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión