Corpus Christi en Granada. 1923
Caracterizaba a las fiestas de aquel año su parcelación social con múltiples «festejos aristocráticos» para «la buena sociedad granadina»
Manuel Montero
Jueves, 8 de junio 2023, 22:52
Hace cien años las fiestas del Corpus en Granada fueron solemnes, multitudinarias y con nuevos espectáculos. Se las quería modernizar. Surgía una nueva actitud: eran ... la ocasión de prestigiar la ciudad. Pronto asombrarían a todo el mundo, cuando la iluminación se extendiera por «los bosques de la Alhambra». Había orgullo por la iluminación voltaica de paseos, plazas y calles festivas.
Acudía un gentío. Había 'trenes botijo' desde Málaga y Almería e invadían la ciudad los de la vega, llegados en tranvías.
El día del Corpus cayó el 31 de mayo y el martes arrancaban las fiestas con una «gran cabalgata histórica», un desfile de moros y cristianos con traca incluida. El miércoles a las 8, concurrida diana militar. El jueves «es el día más grande» –el día luminoso en el que es posible todo– y con «repique de campanas» salía la procesión.
La prensa anotaba que incluía elementos profanos, como la tarasca, los enanos y los cabezudos. Interpretaba que «estas monstruosas figuras» simbolizaban la idolatría «huyendo maltrecha y avergonzada de la presencia real de Jesucristo en el Augusto Sacramento». Había figuras similares en toda España, pero «nuestros gigantes van tristes y cansados, como los reyes de la morisma, vencidos y arrollados por la cruz redentora».
Había misas, oficios divinos, rosarios... Pero el resto de la semana estaba volcado en los actos laicos. Por la noche había música y bailes en las casetas instaladas por distintas entidades. A la tarde, toros. Hubo feria de ganado junto al Puente Verde. La novedad fueron los espectáculos deportivos. El fútbol apenas se conocía en Granada y se organizó en Armilla un torneo sonado al que asistieron Sevilla FC y Gibraltar FC. Tuvo también carreras pedestres y ciclistas en el Salón y Bomba. Los espectáculos de masas llegaban a Granada.
Sin embargo, caracterizaba a las fiestas de 1923 su parcelación social, con múltiples «festejos aristocráticos» para «la buena sociedad granadina»: hípica, tennis, baile en el Alhambra Palace, conciertos en el Palacio Carlos V, exposición de pintura y escultura, exhibición canina en la Alhóndiga, bendición de automóviles... Para los grupos populares quedaban los fuegos artificiales, los bailes, el cinematógrafo, las canzonetistas, las variétés y alguna exhibición circense. Todos se divirtieron.
Acudía un gentío. Había 'trenes botijo' desde Málaga y Almería e invadían la ciudad los de la vega, llegados en tranvías
Se promovió el cante jondo y baile gitano, en la placeta de Gracia y en el Centro Artístico, al que las señoras debían llevar mantón de Manila. ¿Desarrollaban las prácticas locales? ¿O buscaban una identidad novedosa de evocación andaluza?
La Batalla de las Flores asentaría el prestigio de las fiestas de Granada. Fracasó estrepitosamente. Un aguacero le quitó prestancia, pero el acto exigía que se apuntasen carrozas y automóviles. Solo lo hicieron ocho y aquello no daba para amago de batalla. Al parecer la parte aristocrática de las fiestas no se juntaba con la otra.
De las fiestas granadinas de hace un siglo quedan dos recuerdos: se instaló el Museo Arqueológico donde hoy está y en el Salón se inauguró el monumento al duque San Pedro de Galatino.
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