Los que sostienen
He llegado esta semana a la conclusión que ante tanta bajeza continuada y miserable, la grandeza se encuentra en lo pequeño, en lo que casi nadie mira.
Manuel Molina
Sábado, 22 de noviembre 2025, 22:50
En estos tiempos de estruendo permanente –pantallas que no descansan, tertulianos que opinan antes incluso de pensar, titulares que compiten por ver quién grita más, ... dañadores cuasi profesionales— uno corre el riesgo de creer que España es solo eso: ruido. Pero basta salir a la calle temprano, cuando aún huele al primer pan y el sol tantea tímido los tejados, para descubrir a los verdaderos protagonistas, lejos de la inmundicia: las personas que cada día hacen bien su trabajo, con ilusión y oficio, los que en su rareza y valor te regalan un buenos días con sonrisa. No hacen ruido. No lo necesitan, no hacen declaraciones elevadas en máxima audiencia, no levantan la voz para imponer su verdad. Sencillamente cumplen y viven. Y al hacerlo, sostienen —como vigas silenciosas— aquello que aún funciona, lo que todavía merece la pena.
Basta pensar en la enfermera que entra de guardia mientras los demás dormimos, en el profesor que logra encender una chispa en adolescentes acostumbrados al zapin emocional, en el transportista que atraviesa la provincia antes de que amanezca, o en la dependienta que, pese a sus propios cansancios, pregunta cada mañana: «¿Qué tal hoy?» con una sinceridad que desarma. Son ellos los que construyen este país, aunque nadie les ponga foco. Decía Antonio Machado: «En España lo mejor es el pueblo». Quizá por eso ese pueblo sigue levantándose a la misma hora, cumpliendo con la misma responsabilidad y creyendo, con una tozudez admirable, que el trabajo bien hecho es una forma humilde de dignidad. Y lo es. En un tiempo donde muchos parecen buscar atajos, ellos eligen el camino recto y en un momento en que lo normal es la queja, ellos optan por la acción cotidiana de hacer.
He llegado esta semana a la conclusión que ante tanta bajeza continuada y miserable, la grandeza se encuentra en lo pequeño, en lo que casi nadie mira. Si este país sigue funcionando no lo olvidemos - porque funciona- y si Jaén sigue amaneciendo tranquila mientras el mundo zumba como un panal inquieto es por esa gente. Vivimos una época tentada por el desánimo colectivo. Se nos dice que todo va mal y el futuro es un folio arrugado. Pero luego uno entra en un bar de barrio y ve cómo el camarero recuerda el café preferido de un cliente; o escucha a un agricultor sin envenenarse hablar de la tierra como quien habla de un hijo; o se cruza con una trabajadora social que se apresta a echar una mano a la familia que lo necesita. Y se entiende que el país no es solo lo que suena. Es, sobre todo, lo que se hace. Quizá deberíamos aprender de esa gente y tenerlos más en cuenta. De su disciplina sin heroicidades, de su alegría sin estridencias. Ellos sostienen la parte más noble de España, que tal vez sea eso. Los demás, al menos, deberíamos tener la decencia de no estorbarles y evitar que una de las dos Españas les hiele el corazón.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión