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José Ibarrola

El filo y la caricia

Siempre ha habido quienes lanzan palabras como un navajazo, con la paciencia y seguridad de que el filo cortará justo donde más duele.

Manuel Molina

Jaén

Sábado, 27 de septiembre 2025, 22:35

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Les propongo un breve ejercicio para adentrase en esta columna. Piensen en qué palabras han sido las más duras que le han dirigido alguna vez ... y después compensen con aquellas que han resultado más gratificantes, más hermosas e inolvidables. Seguimos. En nuestra tierra, donde la vida transcurre acompasada por el olivo y la campana de la iglesia, las palabras tienen tanto peso como el jornal o la cosecha. En un pueblo de Jaén, lo mismo que en la Atenas de Pericles, bastaba una frase para elevar a alguien a los cielos o hundirlo en el fango del descrédito. Siempre ha habido quienes lanzan palabras como un navajazo, con la paciencia y seguridad de que el filo cortará justo donde más duele. Ese mecanismo, frío y calculador, ha existido desde antiguo. Aristóteles lo resumió en su Retórica: «la palabra es causa de grandes males si se usa mal, y de grandes bienes si se usa bien». El que hiere con ella sabe, de antemano, qué resorte del alma ajena se romperá. A nuestro alrededor también tenemos hoy quienes, sin proponérselo, transmiten con su hablar la claridad o la esperanza A esas personas les brota la bondad en las sílabas como al manantial le brota el agua. Son los que dicen una verdad con ternura sin medir cada palabra, pero sembrando optimismo como quien lanza a la tierra trigo, que será pan.

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