Campo sano
Se ha impuesto el mercantilismo y capitalismo salvaje de la producción sobre la salud
Manuel Molina
Jaén
Sábado, 23 de marzo 2024, 23:25
Tengo la suerte de poder transitar cerca de donde vivo por zonas en las cuales la mirada abarca una extensión panorámica de campo. Tuve la ... suerte de tomar una decisión personal y después de disfrutar la vida urbana decantarme por la rural. Me siento privilegiado cuando mis paseos diarios pisan la tierra y ven cambiar las estaciones en las hojas de árboles y plantas. Ahora, por ejemplo, resulta una delicia transitar por los ribazos y lindes buscando y encontrando a generosidad de las esparragueras. También he tenido la suerte, hay que resaltarlo, de no tener que vivir del campo. Reconozco que la agricultura representa una de las profesiones más dignas a las que la condición humana se puede entregar, a la vez que también soy consciente de que un pequeño y mediano agricultor, quien labora todavía con sus manos o de manera presencial se entrega a la dureza e incertidumbre de su labor. Sin esa tarea nuestro futuro rural no tendría ningún futuro, seguiríamos siendo carne barrio de extrarradio urbano.
Sin embargo, en mis paseos cotidianos percibo algo inquietante proveniente de algunas decisiones fuera de quienes labran y cosechan. Los suelos de muchas fincas aparecen pelados, más limpios que el salón de algunas casas, como dice un amigo. Las cárcavas, esas hendiduras por donde la lluvia torrencial arrastran tierra y la excavan, incluso colmatando ríos y presas. La práctica de herbicidas y agroquímicos abusivos mantiene el campo sin la necesaria cubierta vegetal, que cuesta entender se trata de la mejor defensa para los suelos. De vez en cuando en las caminatas aparecen alfombras verdes bajo los árboles y allí, sin más lejos esta semana, volví después de años a encontrarme un insecto, un 'curica', o aceitera, caminando lento por su hábitat; inevitable señal de esperanza medioambiental. Quienes deciden que esto sea así no viven en el campo, apenas lo pisan para mancharse sus zapatos caros personalizados pero son quienes han logrado que el proyecto verde de un campo europeo, muera.
Cualquiera respalda la mayor parte de las recientes razones para las protestas de los agricultores, pero es difícil comulgar con las del grupo de poder que desde la agricultura más industrial ha presionado a la UE para que, pongamos una muestra, continúe el uso de glifosato a pesar de que no encontremos informes científicos que demuestren que este no sea particularmente tóxico y a pesar de que la OMS ha declarado repetidamente que el este sea cancerígeno hayan logrado que se excluya del Pacto Verde, casi finiquitado. Se ha impuesto el mercantilismo y capitalismo salvaje de la producción sobre la salud. Y así, lo que debería cuidarnos, nos perjudicará gracias a los intereses, insisto, de quienes no pisan el campo, pero lo controlan. La poeta María Sánchez en Cuaderno de Campo nos avisa: «No estoy enferma/ pero tampoco huyo/ a lo mejor es que simplemente/ quiero que me atrapen:/ un cepo quizás es anestesia/ luego vendrá/ la venda contra la herida». Esperemos que haya aún vendas.
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