Misteriosa enfermedad
Los cubanos caen y no sólo en sentido figurado, pues su orgullo es pisoteado, sino que su vida es literalmente sesgada. Las muertes, que se suceden todos los días, no se deben a un bombardeo ni a un tornado
Manuel Martín Montero
Jueves, 2 de octubre 2025, 23:11
En estos días en los que el mundo centra su atención en Gaza, me gustaría aprovechar esa 'sensibilidad' para desplazarnos a una realidad que se ... vive a unos 11.000 kilómetros al otro lado del planeta. Un lugar en el que sus habitantes mueren cada día en silencio.
Se trata de ciudad de Cárdenas, en la provincia de Matanzas (Cuba), donde habitan más de 80.000 personas. Antigua colonia española, la costa cardenense fue recorrida y reconocida durante el bojeo realizado por Sebastián de Ocampo, en 1509, y como parte de la empresa colonizadora de la Isla, emprendida entre 1511 y 1513 por Diego Velásquez con la ayuda de Pánfilo de Narváez, cuyo objetivo fundamental era la exploración de la geografía y las potencialidades económicas del territorio insular.
En los últimos años, han tenido que salir muchas personas de allí en busca de una vida mejor. Algunos de ellos los tenemos entre nosotros, aquí, en Salobreña. Tienen en alma herida cuando piensan en sus familiares, que viven en unas condiciones infrahumanas.
Así, podemos ver en Cárdenas a personas deambulando por la calle como zombis, con la resignación clavada en sus caras arrugadas y delgadas. Nada que comer. Los frigoríficos no funcionan. Los cortes de luz diarios duran hasta 22 horas. No tienen agua durante una semana. Calles llenas de basura, pues no hay servicio de recogida. El alcantarillado está reventado, como si hubiera caído una bomba.
Todo ello en un clima de calor asfixiante, caldo de cultivo de bacterias y mosquitos, que penetran a sus anchas en las casas sin cristales en sus ventanas. Alarma sanitaria constante a la que nadie pone solución.
Proliferan las enfermedades 'misteriosas'. De hecho, se habla de «virus no diagnosticados con síntomas inusuales». Intoxicaciones alimenticias de gran calibre que incluso obligan a parar trenes. Ante todo esto, ausencia de medicamentos. ¿Extraña que nadie hable de esto, verdad? Ni un pequeño espacio para difundir cómo estas personas están cayendo aniquiladas cada día…
A una de las familiares, que reside junto a nosotros y que se siente muy desolada por la situación, le dice su padre: «Hija, nos están dejando morir poco a poco».
Los trabajadores ven con tristeza y desesperación cómo sus salarios se van reduciendo, en el último año casi un 30 por ciento. Algunos de ellos, ocupados en el sector turístico, han sufrido una reducción escandalosa llegando a cobrar ahora mismo hasta 18 dólares al mes, una cantidad irrisoria que a todas luces no da para vivir.
Los cubanos caen y no sólo en sentido figurado, pues su orgullo es pisoteado, sino que su vida es literalmente sesgada. Las muertes, que se suceden todos los días, no se deben a un bombardeo ni a un tornado.
Y a pocos kilómetros de allí, las cadenas españolas ofrecen todo el lujo del mundo a los turistas y permanecen sorprendentemente allí a pesar de las ocupaciones bajísimas. Un ejemplo es Meliá, con nada menos que cuatro hoteles en la zona. El régimen se garantiza así el cobro de los salarios de los trabajadores, que va en su inmensa mayoría a las arcas públicas y, por ende, a los represores.
Cuba mantiene una deuda en mora de más de 2.200 millones de euros con el Gobierno de España, que nunca paga y que nunca pagará. Para más inri, se sigue escapando dinero para allá por parte de ejecutivos, diputaciones y hasta municipios españoles para seguir ayudando a financiar un régimen criminal, bajo una cortina de fines difusos.
Tanto PP como PSOE seguirán confraternizando con nuestros supuestos amigos a cambio de intereses aparentando echarles una mano, cambiándose la corbata cuando proceda o recibiéndolos en Galicia para estrechar lazos. Es aún más grave cuando los políticos populares y socialistas saben que cualquier ayuda que llegue a la isla caribeña será invertida en su macabro y represivo aparato de inteligencia, con la mofa de que proviene del mundo libre pero a la vez es usada por los carceleros: la familia en el poder que vive a lo grande y sus acólitos.
Calor, cortes de electricidad y de agua, mosquitos, virus desconocidos y calles llenas de basura. Cóctel macabro para la potencia médica de la dictadura cubana que lleva más de sesenta años «bombardeando» como consigna al pueblo cubano, para mantenerlo bien debajo de su bota militar.
Con todo ello, el socialismo ha dejado la mejor muestra de cómo se puede aplastar a una población sin utilizar bombas de racimo.
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