Manuel de Falla y Leopoldo Matos, una amistad ahora recuperada
Este año tenemos otro motivo para tener presente al maestro gaditano: la publicación del epistolario que sostuvo durante décadas con su amigo Leopoldo Matos
miguel ángel del arco
Miércoles, 10 de julio 2019, 00:19
Cada año, al celebrarse en Granada el Festival Internacional de Música y Danza, es difícil no tener presente a Manuel de Falla. Quizá el músico ... español más internacional vivió durante largos años en Granada; y lo hizo además en la colina de la Alhambra y en el barrio de la Antequeruela, espacios hoy consagrados al desarrollo del festival. Este año tenemos otro motivo para tener presente al maestro gaditano: la publicación del epistolario que sostuvo durante décadas con su amigo Leopoldo Matos. La obra es producto de la feliz colaboración de la Editorial Universidad de Granada, el Patronato de la Alhambra y el Archivo Manuel de Falla. La edición y el imprescindible estudio preliminar corren a cargo de Manuel Titos Martínez, profesor del Departamento de la UGR, a quien le debemos conocer una inmensa variedad de temas de la historia de Granada. Uno de ellos es el propio Manuel de Falla. Ya nos acercó a sus finanzas (Música y finanzas. Biografía económica de Manuel de Falla, 2008). Ahora nos descubre una parte de su mundo más cercano: el de la amistad con Leopoldo Matos Massieu (1878-1936). Leopoldo Matos fue un personaje muy relevante en la monarquía de Alfonso XIII. De origen canario, abogado y hombre emprendedor, desarrolló una activa vida política dentro del partido conservador. Desempeñó cargos de importancia, algunos en momentos cruciales. Fue gobernador civil en Barcelona, cuando la ciudad condal era la fábrica de España, la conflictividad obrera era altísima y el pistolerismo (anarquista, pero también pagado por empresarios) campaba a sus anchas. Allí, en 1917 se desarrolló una de las crisis más determinantes de la monarquía, ante la huelga general obrera, la asamblea de parlamentarios y la insubordinación de las Juntas de Defensa del Ejército. Y en medio de todo aquello estuvo el amigo de Falla, quien desgraciadamente desliza escasa información de ese tiempo en su correspondencia. Matos también fue ministro de Trabajo (1921-22), e incluso ministro de Fomento o de Gobernación en los últimos gobiernos de la monarquía (1930-31). Monárquico leal, desde esta última cartera trataría de que el país volviese al sistema de la constitución de 1876, que la actitud de Alfonso XIII abrazando la dictadura de Primo de Rivera en 1923 había dejado herida de muerte. Fue imposible por los escasos apoyos con los que contó entonces el rey, pero especialmente porque la mayoría de la sociedad española votó republicano en las elecciones municipales de abril de 1931.
La obra desvela que Manuel de Falla pasó buena parte de su vida dedicado a escribir cartas. Antes y después de instalar su residencia a Granada en 1920. Esta costumbre, que desde el siglo XXI puede llamar a un mundo pasado, es toda una oportunidad para los historiadores: nos abre una puerta al pasado. Al pasado más íntimo. La correspondencia cruzada entre Falla y Matos nos descubre una relación única entre el músico y el abogado. Una relación fraguada lentamente pero también duradera: las cartas van desde 1909 a 1936. Vemos viajar la amistad por la correspondencia sostenida entre ambos, siempre en el contexto de la situación política del mundo o España (I Guerra Mundial, Crisis de 1917, crisis de la monarquía, llegada de la II República, golpe de estado de 1936), pero también con la música de Falla de fondo. Porque en la correspondencia no se habla demasiado de política, aunque como bien rescata Manuel Titos en su estudio se desvela en alguna ocasión la posición moderada, católica y de orden de ambos; en las cartas se habla también de música (de las primeras composiciones de 'La Atlántida'), de los progresos del compositor gaditano, de sus triunfos ('La vida breve'), de sus gustos. Como en toda amistad, el intercambio de cartas evidencia también la cercanía familiar, el cariño hacia sus seres más próximos, el anuncio de futuras visitas o encuentros, el recuerdo de buenos momentos pasados. Pero si hay algo sorprendente en esta correspondencia son los temas económicos. Falla no cesa de preguntar a su amigo Matos sobre diversas cuestiones relacionadas con sus derechos de autor, sus depósitos bancarios o sus inversiones (algunas inmobiliarias, como la conveniencia de comprar un carmen). También sobre la decisión de establecerse en Granada, algo que Leopoldo Matos le desaconseja, si bien para nuestra ventura Falla no atendió en esta ocasión a la recomendación de su amigo. La relación entre ambos fue tal que Falla le dedicó a Matos la partitura de El Sombrero de tres picos, estrenado en Londres hace ahora 100 años.
La guerra civil (1936-39) acabó de forma brutal con la amistad de Falla y Matos. Leopoldo Matos fue asesinado en Fuenterrabía en septiembre de 1936 por los partidarios de la república, tras el fracaso del golpe de estado de julio. Otra muerte, unida a la de Lorca, que golpearía a un Falla ya cansado y mermado físicamente.
Es difícil pensar que el pasado sea algo que pueda agotarse. El caso de Manuel de Falla, su vida, su música y su mundo es un buen ejemplo. Los historiadores seguimos encontrado fuentes que, como un soplo de aire fresco, nos permiten volver a aquellos lugares, mirarlos desde otros puntos de vista. Pero es que además, el presente llama al pasado. Y cuando disfrutamos de la música en Granada, es difícil no recordar a Falla. El amigo de Lorca. Pero desde ahora, también, el amigo de Matos, el hombre que escribía cartas mirando a Granada y al mundo.
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