Estado fallido y las mafias
Manuel E. Orozco Redondo
Viernes, 20 de septiembre 2024, 23:03
En las sociedades primitivas, con las hordas o las tribus, era la comunidad la que defendía su espacio, muy limitado por ser cazadores, sin posibilidad ... de excedente ni tesoro que guardar. El único 'tesoro' a proteger era las mujeres, pues sin ellas la supervivencia de la horda o la tribu estaba destinada a desaparecer. Era el tiempo en el que la única preocupación era la supervivencia y, por tanto, la mujer y los hijos lo eran todo. El poder estaba concentrado en el 'mago o brujo', lo que supone que el poder era totalmente civil y versaba hacia el conocimiento de interpretar los signos, convirtiendo al animal en un 'símbolo' de veneración, al depender de su fertilidad. En el paleolítico el animal es elemento de culto, que se concreta en las pinturas paleolíticas, en la que el hombre, desde la magia, cree que golpeando al animal van a tener éxito en la caza; por otro lado, también aparecen las estatuillas, como las Venus esteatopigias, dotadas del poder de la fertilidad, elemento fundamental. Todo estaba enfocado a sobrevivir desde el momento que la edad media era de 21 años. Poco a poco, el ser humano comienza a pasar de recolector y cazador a agricultor y ganadero, con lo que deja de ser nómada y se asienta en un territorio en que el agua se convertirá en lo principal para la población. En este momento aparece el 'tesoro', o sea, el excedente producido con lo que el colectivo asegura su supervivencia en momento de carencias o malas cosechas. El 'tesoro', protegido por las armas, se convierte en primordial y motivo de deseo de otros grupos humanos. Aparece el Estado con la unión del poder civil el 'En' y el poder militar, el 'Si'. Así surge el 'En-Si', en definitiva, la monarquía de poder absoluto enfocado a la seguridad del territorio y su 'tesoro', que les asegura mejora social y calidad de vida; aparece, definitivamente, la especialización del trabajo entre hombres y mujeres, con el que el 'tesoro' aumenta y permite nuevas especializaciones de trabajo y avances culturales. No hay más que ver la majestuosidad de los monumentos de los imperios agrarios de Mesopotamia o de Egipto. En estos Imperios la ley será muy dura para los que infrinjan las leyes o no cooperen con la seguridad del Estado, que defiende las propiedades y los delitos, hasta el punto del 'ojo por ojo, diente por diente' de la Ley del Talión. De esta realidad venimos, pero a base de milenios se consigue eliminar la venganza como justicia. Con Jesucristo aparece otro concepto de justicia y convivencia, desde la ley de Dios.
Con la revolución francesa y la nueva idea de la glorificación del pueblo, que, en su ingenuidad, quiere desbancar a Dios, como el cúmulo de las virtudes, de moralidades u honestidades que, como se puede ver, es imposible. El pueblo, como conjunto de individuos, está preso de sus instintos, deseos y miserias, por lo que el pueblo, sino quiere sucumbir, debe aspirara a lo que Dios representa como símbolo de las virtudes a las que el ser humano debe aspirar. En esta confusión, en la defensa y glorificación del individuo, el Estado no hace más que adaptarse a los deseos de minorías, hasta convertirlos en derechos, con lo que todo se trastoca, puesto que los deseos son infinitos y, en muchas ocasiones, perversos. A tal punto se ha llegado que el Estado no hace más que favorecer a las minorías que, en su arrogancia, se imponen a las mayorías, que se dejan chantajear. El Estado, en estas circunstancias, va cediendo poder que ocupan las 'mafias', que dan seguridad cuando los Estados no amparan a los individuos. Vito Corleone, es un ejemplo de esta cesión, pues ofrece protección, por un 'impuesto' o 'pago' ante la delincuencia que impera en donde el Estado no es capaz de ofrecer protección a los colectivos o individuos. Hoy, mientras se cobran más impuesto que nunca, los ciudadanos tienen que acudir a entidades de seguridad que protejan sus casas, sus negocios o haciendas, ante la proliferación de la delincuencia, los robos, las ocupaciones de las viviendas o violaciones. Hemos llegado a la actual situación que, por circunstancias no entendibles, se ha pasado a un Estado que abdica de hacer valer su principal función que debe proporcionar a partir leyes para mantener el orden, que permita el trabajo, una vida en convivencia y seguridad. En contrapartida, los ciudadanos dotan al Estado con los medios necesarios para tener un buen sistema judicial; buenas fuerzas armadas; una buena policía, con derecho de utilizar la fuerza contra la delincuencia, con las que proteger a las personas y disuadan, a los delincuentes, terroristas, etc., de cometer delitos o actos de barbarie, que provocan miedo y ansiedad, lo que les impide tener una vida digna y disfrutar de lo conseguido. La imposible multiculturalidad provoca una enorme complejidad social, que nos está destrozando como cultura, una vez que el Estado olvida la responsabilidad de proteger las fronteras, puesto que no puede ofrecer alternativas ni trabajo para los cientos de miles de inmigrantes que entra indebidamente y sabiendo que utilizan la natalidad como arma de dominio o conquista, lo que debe hacer reflexionar a los gobernantes para evitar un Estado fallido.
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