Los derechos humanos y sus consecuencias
Son una pura declaración de intenciones que solo pueden garantizar algunos países que tengan economías potentes (explotadoras)
Manuel E. Orozco Redondo
Domingo, 21 de enero 2024, 23:14
Los derechos humanos, como la República, de donde sale el nuevo y peor Occidente, capaz de dar a luz, al comunismo; son inventos de la ... factoría Occidental, con los que ha adornado al mundo, y con la que vamos a morir de éxito. Los derechos humanos son consecuencia de la Revolución Francesa, que, en 1789, el pueblo francés establece la Primera República Francesa. Seis semanas después la Asamblea Nacional Constituyente adoptó la 'Déclaration des Droits de l'Homme et du Citoyen'.
Esta declaración proclama que a todos los ciudadanos se les deben garantizar los derechos de «libertad de propiedad, seguridad y resistencia a la opresión». Aquí comienza la lucha en favor de proteger a los individuos, lo cual es loable como principio a tener en cuenta, pero empezaron guillotinando, en nombre de los derechos, a cientos de miles de ciudadanos. Pronto se arrepintieron cuando vieron que nadie estaba seguro bajo los nuevos tiranos y absolutistas revolucionarios.
Tras la masacre, el dolor y el sufrimiento, surgió la burguesía revolucionaria, que se dio cuenta que, para garantizar derechos, hay que tener una economía con beneficios en manos del Estado. Comenzó la explotación, sin miramientos, a las clases trabajadoras y se inicia otra fase de explotación, no ya la de los absolutismo, sino de las constituciones republicanas, que provocó que surgieran los movimientos proletarios y el comunismo.
En esta lucha por el beneficio y el esplendor de las naciones entran todos los países de Europa, en una competencia feroz por las materias primas, que se concretan en dos guerras mundiales, insensatas, en busca de la hegemonía y el beneficio, con el que garantizar los derechos y las mejoras a los ciudadanos que, agradecidos, los votan.
Aparece la inmigración de países sin derechos a países con derechos que, como se puede ver, quedan desbordados con una inmigración incontrolada en busca de lo que le han prometido
Así, poco a poco, se van garantizando derechos, pero a medida que se conceden más derechos, se aceleran las necesidades de mayores excedentes y, por tanto, de mayores explotaciones. El esplendor, la hegemonía y el poder se complementan con las colonizaciones de los territorios, del llamado Tercer Mundo, en donde se dan crueldad de todo tipo, al margen de los derechos y de las más mínimas consideraciones hacia sus habitantes, a los que explotan, sin medida, y cometiendo genocidios. Las naciones de Francia, Inglaterra, Holanda, Bélgica y, por un tiempo, Alemania, se aplican en extender sus colonias para conseguir enormes beneficios que, en partes, llegan a sus ciudadanos. De la competencia entre estas naciones, por el mejor bienestar, surge el caos de las guerras de la primera mitad del siglo XX. Del caos, postguerrero, surge una especie de tregua, entre las naciones, para dar una oportunidad a la colaboración e intentar resurgir de las cenizas.
En esta situación calamitosa y terrible de autodestrucción de Europa, nace otra de las 'grandes ideas' de los occidentales: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas (ONU) –que acababa de establecerse– y el 10 de diciembre de 1948, como respuesta a los «actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad» cometidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Se pretendía que los derechos humanos fueran la base de la libertad, la justicia y la paz. Pero desde mi punto de vista, es un acto irresponsable e irreal. Los treinta derechos son una pura declaración de intenciones que solo pueden garantizar algunos países, que tengan economías potentes (explotadoras), capaces de garantizar, para sus ciudadanos, una serie de derechos, pero que deja al margen y en la intemperie a millones de personas que viven en territorios o países que no tienen ni Estados de Derechos ni una economía que pueda garantizar tal cantidad de derechos, pues nada se dicen de quién los va a garantizar y pagar. Pero y, esto es lo tremendo, se introduce en la conciencia de los seres humanos, de todos, que tienen derechos, pero que no pueden ser obtenidos por falta de medios.
Aparece la inmigración de países sin derechos a países con derechos que, como se puede ver, quedan desbordados con una inmigración incontrolada en busca de lo que le han prometido. Otra de las consecuencias de este disparate, loable, pero irreal, es que los individuos con carencias morales, económicas y culturales se ven muy protegidos, con lo que surgen la arrogancia del delincuente, amparada por los derechos humanos que Occidente y la ONU exigen, pero que los Estados no pueden controlar, ni siquiera en Occidente.
En esta situación proliferan la delincuencia organizada o la delincuencia de otras culturas, mientras muchos países quedan en manos de potentes mafias de delincuencia incontrolada, que no puede ser atajadas desde los derechos humanos, que protege a estos nuevos actos de perversión humana, como el terrorismo, las mafias de la droga o la violencia del Estado, etc. En esta nueva realidad, algunos estados reniegan de los derechos humanos y buscan soluciones totalitarias, como se puede ver en Estados de Asia, Hispanoamérica o los países musulmanes, etc.
Por otro lado, aparecen experiencias novedosas, como las de El Salvador, Estado democrático, que, ante el dominio de la violencia, la extorsión y el horror de la delincuencia organizada, recurre al estado de excepción, para imponerse, renunciando a los derechos universales para establecer un clima de seguridad a los ciudadanos. No será el único, pues ya son muchos los estados seudodemocráticos que se ven impotentes ante la violencia y la arrogancia de las mafias organizadas.
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