Ml primer ministro polaco se retrató el pasado martes cuando faltó al respeto a la presidencia del Europarlamento, que trataba de limitar su intervención en ... la tribuna, con un «no me moleste» despectivo. Pues bien, este sujeto, más propio del régimen anterior polaco que del actual, ha mostrado su indignación por las amenazas que ha lanzado sobre su país la Comisión Europea tras un hecho inconcebible: el Tribunal Constitucional de Polonia ha declarado que ciertas leyes internas son incompatibles con los Tratados de la Unión, por lo que estos decaen en Polonia en tales materias.
La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, manifestó de entrada al mandatario polaco que la pertenencia a la Unión consiste en la aceptación de los Tratados fundacionales y de todo el acervo legal que de ellos deriva, de forma que el derecho interno de cada país ha de supeditarse al superior ordenamiento colectivo. Morawiecki vino a decir que no estaba dispuesto a consentir que Polonia fuera «una provincia» de Europa. Aunque por otra parte se niega en redondo a salir de ella. Las sanciones que Bruselas puede imponer al disidente –pérdida de derechos políticos y económicos– son en este caso lo de menos. Porque lo grave es que el 'premier' polaco, y su conservador partido Ley y Justicia nieguen el fundamento mismo de la Unión y de la ardua y creativa construcción continental que nos ha traído hasta aquí. El modelo europeo es tendencialmente federal, y no hay federación sin cesión de soberanía. Es sospechoso que, en el amplio campo democrático de la Unión, no quepa una parte del ordenamiento interno de un país, justo la que organiza la separación de poderes. En este caso no pude haber lenidad ni clemencia: Polonia ha de pasar por el aro político de la aceptación de su ingreso en la UE.
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