Le mandamos una corona
El hoy alcalde Luis Salvador no quiere apearse del burro, ignora cualquier compromiso entre caballeros y dibuja en la abstracción metafórica las palabras y gestos que se los ha llevado el viento
Sigue la mala racha en el interior del proyecto liberal de Ciudadanos. Los últimos en marcharse y dar un portazo han sido Javier Nart, conservando ... su personal acta de eurodiputado, que de algo hay que comer, y Francisco de la Torre –no confundir con Paco de la Torre, regidor perpetuo de Málaga– hasta hace unos días diputado a Cortés por Madrid. Francisco de la Torre debe ser un ingenuo idealista porque se ha lamentado no sólo de la deriva política de su partido sino de los desafectos, la falta de cercanía, de educación. «Se murió mi padre y no me dio el pésame Albert Rivera». El presidente de Ciudadanos ha matizado: «Le mandamos una corona». Algo es algo. Una corona es un gesto de cierta delicadeza para el difunto, pero nada reconforta más que un abrazo que exprese el sentimiento de pesar.
Los partidos políticos, salvo históricas excepciones, carecen de personas de sinceras virtudes y adhesiones humanas inquebrantables y es inútil pensar que sean tan considerados, en cada momento, a lo largo de su existencia en las organizaciones.
Habría que recordarle a Francisco de la Torre, por poner un ejemplo de cómo se las gastan, cuando Pedro Sánchez dilapidó a Tomás Gómez como presidente de los socialistas madrileños y alguien ordenó cambiar la cerradura del despacho que venía ocupando en Callao. Lo curioso es que Gómez se enteró del cambio de bombín a través de un programa de televisión y tras censurar el mal estilo de su partido ironizó: «Por lo menos, que me devuelvan la miniatura de mi vespa».
Estos días anda de visita pastoral por estos lares Fran Hervías, secretario de Organización de Ciudadanos y, a la sazón, diputado por Granada. Como persona clave en las negociaciones y acuerdos, concretamente con el PP, asistió gozoso a la entrega de las llaves del Ayuntamiento de Granada y ha contado, con todo lujo de detalles, en prédicas y entrevistas cómo fue el parto del pacto nacional que no coincide con lo acordado, en su día, por los aspirantes a la alcaldía Sebastián Pérez (PP) y Luis Salvador (Cs) que consistía en alternarse la presidencia de la Corporación, (2+2) durante la legislatura.
Hervías no ha puesto en duda el acuerdo local pero ha señalado que la decisión de que su partido gobernara los cuatro años se tomó dentro de un acuerdo nacional con los populares. En esta polémica situación, el hoy alcalde Luis Salvador no quiere apearse del burro, ignora cualquier compromiso entre caballeros y dibuja en la abstracción metafórica las palabras y gestos que se los ha llevado el viento.
Lo verdaderamente paradójico es que a Sebastián Pérez le han quitado la escalera y lo han dejado con la brocha en la mano porque nadie le advirtió, con el procedimiento y la antelación debidos, de que Granada iba a ser moneda de cambio dentro del chalaneo nacional. Pérez, que casi duplica en concejales a Ciudadanos, hizo lo que coherente y responsablemente debe hacer un dirigente político pensar en los granadinos, en su partido, en sus afiliados y en sus votantes.
A Sebastián, una vez más víctima que rebelde sin causa, su partido le debe una explicación y una satisfacción y luego que le manden la corona. Aunque, conociéndolo, él preferiría un abrazo con sentimiento como recompensa. Sería más justo, más humano.
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