Con ejemplos como el de Putin, es lógico que los ciudadanos recelen de la política. ¿Cómo es posible que una persona de tan baja catadura ... moral sea un mandatario mundial?
Para la neurociencia, solo las buenas personas, bien cualificadas, pueden ser buenos políticos y buenos profesionales. Una persona perversa, por el contrario, solo pretende satisfacer su ego, su ambición o su avaricia, y nunca se compromete con objetivos comunitarios, pues no le importa el sufrimiento de los demás. Sin principios se puede llegar a ser rico, importante, o, incluso, dominar el mundo, pero no profesional excelente o político de altura.
Según Howard Gardner, neurocientífico y autor de la teoría de las inteligencias múltiples (hay siete tipos: lingüística, lógico-matemática, musical, espacial, cinético-corporal, interpersonal e intrapersonal), una mala persona no puede ser nunca ni buen profesional, ni buen político. Es más, nunca puede afirmarse que una persona es más inteligente que otra, pues depende de para qué se emplee la inteligencia. Los hay que son muy buenos resolviendo problemas, pero nunca serían buenos profesores porque no saben explicarlos. En el ámbito político, puede haber buenos tratadistas, o buenos embaucadores, pero serán malos políticos si no tienen principios, ni humanidad. Hoy, muchos colegios plantean sus programas según esas inteligencias múltiples, intentando que cada alumno desarrolle sus cualidades intelectuales, de acuerdo con la inteligencia de la que está mejor dotado, sin olvidar su formación integral. ¿Para qué queremos sabios, si su aportación al mundo es latrocinio y destrucción? Como decía Petrarca, la bondad es el culmen de la sabiduría.
Gardner descubrió que había personas que triunfaban en diferentes campos de la sociedad, pero que en otros muchos apenas tenían cualidades para desarrollarse. Para explicar esto, hizo un experimento en Harvard –el Goodwork Projet–, para el que entrevistó a más de 1.200 personas. Descubrió que para ser un buen profesional, además de la pericia, necesitaba ser una persona comprometida, preocupada por los demás, y ético.
Desgraciadamente, hoy, desde pequeños, enseñamos a los jóvenes que la mejor manera de triunfar es dar codazos; y que la ética es un lujo que solo se pueden permitir los que ya han logrado el éxito. Por eso, un profesional que solo cumple lo justo para obtener un sueldo, limita sus posibilidades de desarrollo y será siempre un mediocre.
Además del estímulo que significa el reconocimiento de los directivos hacia los profesionales, hay otro elemento que incentiva el éxito profesional, además de la bondad: la preparación humanística. Se puede vivir sin la filosofía y sin las ciencias sociales, pero siempre será para peor. En un experimento que hizo el mismo autor con ingenieros, descubrió que quienes no habían estudiado humanidades, cuando llegaban a los cuarenta o cincuenta años eran más propensos a sufrir depresiones y crisis vitales. Eso es debido a que frente a la ciencia, que da respuesta a cuanto se pregunta (a corto plazo), cuando en la madurez descubres que no es posible controlarlo todo, te sientes desorientado, pues solo la filosofía y las humanidades dan respuesta a los grandes interrogantes: ¿Quiénes somos?, ¿para qué vivimos?, y, sobre todo, ¿qué sentido tiene nuestra vida: ser famosos, ricos, poderosos…, o ser útiles a los demás, construyendo la paz y la concordia?
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