La semana pasada sentimos como nunca la presencia del Sáhara en nuestras vidas. Una nube de fina arena se coló por todas partes, tiñendo el ... cielo de un tono anaranjado inesperado. Durante días se hizo difícil respirar y picaban los ojos. Coches, ventanas, terrazas, jardines,… cambiaron su color habitual por otro nuevo entre rojizo y marrón. Parecía una premonición de lo que acabaría pasando el viernes.
El inexplicable cambio de postura del Gobierno español sobre la autonomía de la antigua colonia solo podemos entenderlo como una especie de represalia por la tormenta de arena que nos enviaron nuestros antiguos paisanos. ¿A qué viene ahora este molinete? ¿Acaso hemos olvidado ya el capítulo de Ceuta de la pasada primavera? España lleva 50 años defendiendo una misma posición y de repente, un viernes de marzo, zas, se produce un giro de 180 grados para reconocer la autonomía del reino alauita sobre un territorio y unas personas que abandonamos a su suerte en los años 70.
Ahora se escucha que la decisión responde a un plan para convertir a España en el principal proveedor de gas a la Unión Europea. También se dice que el objetivo es defender el flanco meridional del continente, evitando posibles conflictos, tras la guerra entre Rusia y Ucrania. Solo de pensar en esto me inunda el pánico. Lo cierto es que nadie con responsabilidad lo ha explicado bien todavía y tendrá que hacerlo en los próximos días.
La experiencia nos dice que, hasta la fecha, los que vivimos en esta isla de España y de Europa que es Almería, siempre hemos salido perdiendo cuando los de arriba llegan a acuerdos con nuestros vecinos sureños. Hay muchos ejemplos: tomate, pesca, inmigración,… No me cabe la duda de que desde Gibraltar hasta el mar del Norte alguien se beneficia de estas relaciones, pero desde luego no son nuestros pescadores, ni tampoco nuestros agricultores. ¿Se acuerda alguien de ellos?
El asunto traerá cola, como la ha venido trayendo una huelga del transporte incontrolada que ha hecho perder mucho tiempo y dinero a nuestros productores hortofrutícolas y empresas de comercialización. Otro ejemplo de que el mundo está al revés. Hay género, hay compradores, hay buenos precios y hasta quien pueda hacer el transporte de la mercancía, pero los piquetes han impedido que se llevaran a cabo más de la mitad de las transacciones durante días enteros.
Podemos compartir sus reivindicaciones. Pero no las formas. La libertad individual termina donde comienza la de los demás. Cualquiera de nosotros ha echado combustible en las últimas semanas y ha tenido la sensación de estar pagándolo como si fuera aceite de oliva virgen extra, pero no nos hemos encadenado al surtidor, ni hemos cortado el acceso a la estación de servicio. Costará tiempo y mucha paciencia retomar las buenas relaciones entre comercializadoras y transportistas.
Lo que no se puede tolerar más es lo que está pasando con la luz. Nuestros gobiernos ahora se ven incompetentes para solucionarlo ¿Saben por qué? Por las puertas giratorias. Por haber coqueteado y seguir haciéndolo con los grandes grupos energéticos al final de la vida política. Este lobby ha hecho lo que le ha dado la santa gana y ya lleva más de un año cobrándoselo a costa de todas y cada una de las familias españolas. Menos excusas y más vergüenza.
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