Lula gana en Brasil

En Brasil, el país con más católicos del mundo, donde Leonardo Boff inició la teología de la liberación, rechazada por Juan Pablo II, la Iglesia católica ha ido declinando, y su vacío lo han ocupado los evangélicos: cada año abren 14.000 templos protestantes, mientras los católicos pierden fieles progresivamente. Los evangélicos son una Iglesia rica, pero un sector de ella está integrado por madres pobres, negras o mestizas, que viven en la periferia, donde faltan servicios públicos, y, allí, los evangélicos los acogen.

Bolsonaro, misógino, agresivo, y nostálgico de la dictadura, se presenta siempre como temeroso de Dios y defensor de la familia tradicional y, por eso, siete de cada diez evangélicos lo votan. Su bagaje de gestión es muy negativo. Su actitud negacionista del coronavirus produjo más de 600.000 muertes, permitió la desforestación de la Amazonia, y ha inyectado odio permanente al pueblo. Además, siempre mostró un gran desprecio por las instituciones, y por las minorías étnicas, aunque, eso sí, siempre defendió las armas, como el medio más fácil de resolver conflictos.

Lula trabajó desde pequeño en las más duras tareas, siempre en la indigencia, hasta que se consolidó como trabajador del metal, donde se convirtió en un líder sindical, y, después, pasó a la política. Tras dos mandatos de presidente (2003-2010), en los que eliminó gran parte de la pobreza de Brasil, padeció un cáncer y acabó en la cárcel, donde permaneció casi dos años, producto de una conspiración judicial. Una vez anulada su condena por el Tribunal Supremo, se presentó a la reelección con 77 años.

Tras su triunfo, ha manifestado que gobernará para todos, que luchará contra el hambre, y que protegerá el Amazonas. «Nuestro compromiso más urgente es acabar con el hambre… El pueblo brasileño ha dejado claro que desea más libertad, igualdad y fraternidad, que quiere salud, un techo, criar bien a sus hijos, comer bien, salarios justos, educación, igualdad de las mujeres, y políticas públicas de calidad… Quiere libertad religiosa, libros en vez de armas, y acceso a la cultura porque ésta alimenta nuestra alma… Eso es la democracia: algo palpable que se puede construir cada día… El pueblo brasileño debe enfrentarse sin tregua contra el racismo y la discriminación… porque somos un único país, y una gran nación… Reuniré de nuevo a las familias que han roto los lazos por la propagación criminal del odio…».

La victoria ha sido reconocida y aplaudida a nivel internacional y los principales líderes del mundo lo han felicitado, entre otros Joe Biden y Pedro Sánchez. Bolsonaro guarda silencio. Según Lula: «En cualquier lugar del mundo, el presidente derrotado ya me habría llamado para felicitarme. Él ni me ha llamado y no tengo certeza de que lo vaya a hacer». Con esta victoria, las seis mayores economías de Latinoamérica tienen gobiernos de izquierdas: Argentina, Chile, Colombia, Perú, México y Brasil, con lo que se abre la esperanza para unos pueblos donde la desigualdad y la pobreza son inmensas.