'Licet ex debito', 450 años de fidelidad a la hospitalidad de Juan de Dios
Este año nos corresponde a nosotros acompañar a los hermanos de San Juan de Dios y agradecerles su labor durante siglos. Acudamos hoy día 8 a la Casa de los Pisa, ahí nos vuelven a abrir sus puertas a todos
Marina Rojo Gallego-Burín
Martes, 8 de marzo 2022, 00:39
En un tiempo pasado, Granada llegó a convertirse en la ciudad castellana más importante de la Corona. Ahora, cuando tanto hemos perdido, nos queda celebrar ... la Granada que fue. Este año es mucho lo que conmemoramos: la batalla de Lepanto, Lebrija y su obra… gestas históricas de las que sentirnos orgullosos. Pero la más emotiva y la más granadina, sin duda, es la del 450 aniversario de la Orden Hospitalaria como institución.
En el año 1572, el Papa Pío V concede a los primeros seguidores de San Juan de Dios la Bula 'Licet ex debito'. Este hecho resulta relevante por lo que reconocía, significaba e implicaba. Nos referimos al primer documento pontificio concedido a la Orden Hospitalaria, que más allá del alcance religioso, es el fruto de los sentimientos y valores de los granadinos, que logran imponerse. Un punto de inflexión para la orden de San Juan de Dios. Dicho documento es el culmen de todo lo acontecido tras la muerte del bendito Juan de Dios, hace ya 472 años. ¿Qué es lo que ocurrió?
Pues bien, de sobra es conocida la vigorosa conversión que sufrió Juan Ciudad que le abocó a destruir todo lo que tenía en su librería de la calle Elvira y a hacerse tan pobre como a aquellos que comenzó a cuidar y socorrer. Es en Granada donde se encierra el espíritu de San Juan de Dios, sus primeros seguidores, un número impreciso de hombres y mujeres, son quienes convivieron y aprendieron de él. Durante las dos décadas siguientes a la muerte del santo, estos continuaron siendo ejemplo de caridad y buen hacer, ayudando a los enfermos y con hospitales en Granada, Madrid, Córdoba y Lucena.
Pero el siglo XVI es durísimo para Granada, tiempo de guerra, epidemias... El Hospital de Juan de Dios acoge a heridos, enfermos, ancianos, minusválidos, locos… no había discriminación alguna, las puertas estaban siempre abiertas para todos los necesitados. Esos primeros Hermanos eran la estampa de la abnegación y entrega al menesteroso. Ante esa grave situación ¿quién podía preocuparse de papeles y temas burocráticos? Nadie, los hermanos solo se ocupaban de asistir al prójimo y así, durante décadas desarrollaron su labor, sin ningún tipo de aprobación oficial, ni conformando ninguna institución. Eran un grupo de personas imbuidas del espíritu del bendito Juan, asistiendo en cuerpo y alma a los granadinos más desfavorecidos.
Pero, claro, pronto los hospitales quedan pequeños para albergar a tantos necesitados. Por tal motivo, los Jerónimos ceden los terrenos de su antiguo convento, situado extramuros de la ciudad a Juan Ciudad, quien gracias a la generosidad de los granadinos comienza a construir el hospital, que se llamaría más tarde de San Juan de Dios. En un principio las relaciones con los Jerónimos eran excelentes y estos, como más experimentados, dirigen las obras. Sin embargo, cuando son conscientes de las grandes aportaciones económicas que los granadinos realizan, se sucede un rosario de enfrentamientos, disputas y conflictos. Los hermanos de San Juan de Dios luchaban para que se respetaran los principios y el modo de cuidar que habían aprendido de Juan de Dios. Al tiempo que los Jerónimos reivindicaban la propiedad del hospital y su administración, los humillaban y consideraban como meros trabajadores del mismo.
El elegido por la providencia para solucionar esta situación fue un valenciano, el hermano Pedro de Sigüenza, que estuvo al servicio del emperador Carlos I y del duque de Alba por Europa. Terminada la guerra de la Alpujarras y la batalla de Lepanto, Sigüenza, junto a otros, como aguerrido militar que había sido, comienza otra contienda, esta vez dirigida al reconocimiento eclesiástico de la orden. Marchan andando hasta Roma, siendo portadores de una petitio para que sean aceptados como institución y acabar con la injerencia de los Jerónimos en la administración y en el modo de asistir a los enfermos. Y así lo consigue, mediante la bula 'Licet ex debito' firmada por el Sumo Pontífice. Esto implica que esos primeros seguidores de San Juan de Dios constituyen una institución eclesiástica y con ella se prohíbe a los Jerónimos que administren o dirijan su hospital.
Una vez concedida la bula, Sigüenza regresa con ella triunfante a Granada (actualmente se conserva en la Casa de los Pisa). El reconocimiento por el Sumo Pontífice fue un jarro de agua fría a los Jerónimos, que persistieron en su obcecación. Los ya miembros de la Orden de San Juan de Dios encomiendan al mejor conocedor del latín de Granada su traducción, que no es otro que el párroco de la Iglesia de San Andrés, para darle difusión a los hechos. A pesar de ello, los Jerónimos persisten en sus reclamaciones y acaban demandando a los de San Juan de Dios. Un pleito largo que termina felizmente por el acuerdo de las partes.
Como aseveró Quevedo, la providencia tiene dos funciones: de creación y de gobierno. En la función de gobierno se contienen actos de conservación, cooperación o predefinición. En dicho pleito se pone de manifiesto. Casi con toda certeza, de no haberse producido ese enfrentamiento entre los Jerónimos y los Hospitalarios, estos últimos no habrían legalizado su situación y seguramente hubieran desaparecido.
La bula de San Pío V es lo que ha permitido que los Hermanos de San Juan de Dios no se desviaran del camino marcado por el santo. A lo largo de la vida el dolor y el sufrimiento se nos muestra en sus distintas facetas, unas veces físico, otras emocional, espiritual o social. Acompañar en los momentos de júbilo es fácil, en los momentos de dificultades, no tanto. Pero quienes siempre están son los hermanos de San Juan de Dios, impidiendo que nadie esté y se sienta solo, los granadinos lo sabemos bien. Este año nos corresponde a nosotros acompañarlos y agradecerles su labor durante siglos. Acudamos hoy día 8 a la Casa de los Pisa, ahí nos vuelven a abrir sus puertas a todos.
Solo cabe decir: ¡muchas felicidades y muchas gracias por acompañarnos durante 450 años!
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