El legado de Jesús Candel
Antonio Higueras Aranda
Sábado, 15 de octubre 2022, 00:04
Jesús Candel descansa para siempre, como descansaremos todos. Esa es la primera paradoja cuando anunciamos nuestra llegada con el primer llanto, hasta que el relevo ... de ese llanto lo emitan otros cuando nos marchemos para siempre. En ese intervalo de cuarenta y seis años que Jesús ha vivido con más intensidad que muchos que le doblan en tiempo, su muerte, en muchos aspectos, es bastante injusta: desarrollando ese feroz cáncer de pulmón, desde unos hábitos tan sanos y deportistas. Quizás algún día podamos explicárnoslo como efecto del estrés de una vida apasionada y combativa. Si así fuera, Granada le debe mucho y fuera de ella, en cualquier lugar, también.
Es inevitable no asociar para cuantos lo conocíamos en profundidad, ese Jesús tierno, sensible, emocionable; pero protegido por su inseparable Spiriman, que no se amedrentaba ante nada, ni ante nadie. En el último sexenio, cuando ya había realizado iniciativas menos conocidas, pero siempre cargadas de entusiasmo, creatividad y altruismo, desde un modesto móvil, lanzó su grito de indignación y despertó una ciudad anestesiada y resignada a la mediocridad de sus dirigentes sanitarios en un contexto de décadas de degradación política. Su deriva sanitaria, se había deteriorado, hasta casi borrar los logros iniciales de esas mismas siglas. El eufemismo de la fusión hospitalaria, hurtaba con arrogancia e insensatez uno de los dos hospitales de esta ciudad, sumiendo al que quedaba en una peligrosa desmembración en términos asistenciales. Algunos profesionales fueron cómplices necesarios, posiblemente a la espera de recoger pagos colaboracionistas; pero los más, y, sobre todo la población, se quedó inerte, fiel a la tradición lugareña de no saber reaccionar ante los agravios: que no han sido pocos. El propio Colegio de Médicos había declarado perdida la batalla, amparado en la irrebatibilidad de un Decreto. Fue Jesús desde su primera línea de intervención en un Servicio de Urgencias, quien con la valentía y el ímpetu que le caracteriza, se convirtió en el catalizador de una reacción en cadena, que hizo que las calles de esta ciudad, con él al frente, se lanzara a una lucha pacífica y firme; como jamás habíamos visto, ante indignaciones de crímenes execrables o alianzas armamentistas. En Granada con Spiriman al frente, conquistamos la Consejería de Salud y exigimos en su rendición el sustraído hospital, que merecidamente debería haber llevado su nombre: Hospital Dr. Candel, en lugar de santos o etiquetas que menos tienen que ver con esa gesta. Colateralmente, se generaron grietas en el llamado «régimen», pero la alternativa política, tampoco lo ha sabido explicitar. Esta parte de la historia es, también, parte del legado que nos deja: su ejemplo de cómo se puede canalizar una eficaz reivindicación frente a la arbitrariedad y el daño social que generan algunos dirigentes.
0tra etapa, diferente en la epidermis, pero emergida desde los mismos impulsos de rebeldía, tenacidad y ánimo, han sido sus años de prolongación vital, desde que un malvado cáncer lo sorprendió a él y a todos. Emergió el mismo personaje combativo pero, como siempre, haciéndolo extensivo al beneficio de otros. Cuando todo parece indicar alguna suerte de claudicación, Spiriman, se abraza a Jesús y fundan la UAPO para impulsar otra lucha. Esta vez frente a un enemigo mucho más poderoso. Y con deporte, vida saludable y actitud empática, le arrebataba tiempo al fatal desenlace pronosticado en pocos meses, animando a otros afectados a seguirlo. Y contagia su estrategia. No le han faltado seguidores ni reconocidos colaboradores, que recogerán ese testigo y mantendrán su iniciativa. Su segundo legado: ha sido poner el dedo en la llaga frente a la forma que los Servicios Sanitarios Públicos se enfrentan a este rival; con armas llenas de efectos adversos, ensayos clínicos que debieran ser objeto de revisión y, desde los inmensos beneficios económicos que rodean su exclusivo enfoque. Desde esa perspectiva, se descuidan otros aspectos que los humanos en todo momento necesitamos; pero los afectados por un cáncer, más. Y es que la medicina en general está seducida por algoritmos e incentivos económicos, que profundamente la deshumanizan envuelta en ciencia. Esta reivindicación es la otra parte de su legado. Como testimonio, ahí están sus dos obras que lo perpetúan: el Hospital y la UAPO. Ambos serán testigos de lo que ninguna institución le ha reconocido, porque la finura de sus tímpanos se ha quedado atrapada en las formas de algunos de sus exabruptos, pero con desprendimiento retiniano para ver la grandeza del fondo de sus contribuciones. Gracias, Jesús.
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