Tras más de ochocientos días de ausencia, acaba de celebrarse, en Granada, la Feria del Libro, con un éxito rotundo de público, de actos culturales ... y de ventas. En el templete de la música, junto a una biblioteca, Luis García Montero dio un magnífico pregón, reivindicando el valor de la cultura y el poder transformador de los libros y de la literatura. Los organizadores, además, han tenido el acierto de cerrar esta edición con una mesa redonda en torno a la poeta y profesora Mariluz Escribano, que en su coherencia supo aunar las letras con la defensa de la ciudad, por la que luchó más que nadie para salvarla de la especulación y del olvido. Como dice Remedios Sánchez, responsable de su legado literario, «Mariluz estuvo siempre donde tenía que estar».
A pesar del éxito de la Feria, hoy se lee poco. La sociedad está obsesionada por la televisión y por la imagen, más que por la cultura, el lenguaje y la lectura. J. Steiner, en 'El castillo de Barbazul', habla de sociedades posanalfabetas, vigentes actualmente, que padecen amnesia respecto a los saberes tradicionales clásicos. Se ha avanzado hacia una sociedad de masas, donde se degrada la vida cotidiana, donde faltan lectores, escritores y humanistas; aunque, eso sí, se crean grandes bibliotecas y enormes museos.
Cuando leemos el Quijote, vemos cómo, entre las múltiples virtudes que defiende el caballero, se encuentra la cultura, y la lectura. Tanta era su afición a leer que, según nos narra Cervantes, Alonso Quijano «se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio». Y aunque los malvados de su sobrina y el ama de llaves pretendían quemar todos sus libros, por ser los causantes de su locura, sin embargo, siempre hubo humanistas que se oponían, como el cura y el barbero, al considerar que los libros encierran excelentes enseñanzas, y por ello salvaron muchos de ellos. Cervantes, por boca de Sansón Carrasco (capítulo II-III), decía: «No hay libro tan malo, que no tenga algo bueno».
Para don Quijote (capítulo II-XVI), ser culto es un bien exquisito que no todos poseen, pues hay muchos señores y príncipes que no lo son, El que posee la cultura, « será famoso y estimado su nombre en todas las naciones políticas del mundo»; aunque, como buen humanista, Cervantes entiende que el saber sin virtud poco vale, como dice el caballero don Diego de Miranda, en este mismo capítulo: «Porque letras sin virtud son perlas en el muladar».
Para amplias capas de la sociedad, todo lo que no sirve para ganar dinero es superfluo e innecesario. Frente a esa mentalidad trasnochada y errónea, la cultura en general, especialmente la lectura, debe ser un baluarte necesario para fomentar y entronizar lo humano, un proyecto de desarrollo, un medio para vivir mejor, un recurso para tener una vida más feliz, para hacernos más humanos y más sabios. Es como un exorcismo frente a esas amenazas consumistas y alienantes, como un parapeto para no entrar en una sociedad de analfabetos funcionales, de seres inanimados que ni se miran ni se entienden.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión