¿Hay alguien a favor del abandono de la España rural e interior; que no apoye el sostenimiento de las producciones alimentarias locales; que no ... defienda a las personas que trabajan en el campo, los bosques, el mar, o en las carreteras? Y, sin embargo, en los medios de comunicación de masas, y hasta en las instituciones políticas y educativas, ¿acaso el punto de vista de la 'piel de toro' provisora de alimentos, con sus problemas, está en sus agendas, piezas periodísticas, despachos y aulas, pero a través de sus ojos y no de los que les miran a ella y la interpretan a través de claves ajenas?
Para ejemplo un clásico titular, del tipo: «Buen tiempo durante el puente de la Inmaculada». ¿Puente? ¿Para cuánta gente? ¿Acaso siquiera para una mayoría? ¿Buen tiempo, seco y en sequía? Aunque la ciudadanía española que vive en o del campo no sea la mayoría, ¿no representa al sector económico primario, tan supuestamente revalorizado en tiempos pandémicos, supuestamente siendo todos conscientes de que ciudades e industrias tampoco pueden vivir sin la lluvia y el campo, de que no podemos comer alubias de plástico?
En febrero de 2020, el BOE recogía la «extraordinaria y urgente necesidad» que llevó al Gobierno a aprobar medidas en materia de agricultura y de alimentación. Como «obligar a que cada operador abone al inmediatamente anterior un precio igual o superior al coste efectivo de producción», indicándose expresamente en el contrato. O prohibir promociones que induzcan a error sobre el valor de los productos. Hacia finales de 2021 tenemos una nueva modificación de la Ley de la Cadena Alimentaria. Como se recogía en el texto legal hace casi dos años, la caída de los precios percibidos por agricultores, ganaderos, pescadores o silvicultores, y el incremento de costes de insumos, no han dejado en muchos casos de ser graves, lamentables y actuales.
Quienes llevan largo tiempo desgañitándose llamando la atención de la sociedad, entre ellos las personas del sector ganadero lácteo, protestan porque la ley que debería hacerles justicia no se cumple. Porque su incumplimiento amenaza de muerte su actividad y su subsistencia, como las de otros tantos, al no recibir el mínimo justo pago por el producto de su trabajo. Porque sigue habiendo promociones y precios por debajo de lo que realmente cuesta. ¿Acaso porque sigue habiendo cárteles de empresas, como las sancionadas por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia en 2019, que controlaron el mercado lechero a la baja durante más de una década, en propio beneficio, perjudicando a los ganaderos? La falta de voluntades comerciales y políticas, y la de mayor sensibilidad social y ciudadana de los consumidores, nos devuelve un reflejo que nos deja en mal lugar al respecto de la posible insinceridad o futilidad de nuestras preocupaciones por aquello que nos preguntábamos al comienzo. Como con el anuncio de huelga en el transporte. Parece que el titular relevante, lo que más importa, no es tanto la real, difícil e injusta situación de los camioneros, como un histriónico pánico a un virtual desabastecimiento navideño.
¿Qué garantías reales y efectivas hay para que se cumpla la Ley de la Cadena Alimentaria? ¿No es exigible a quien ha de hacerla cumplir el hacerlo? Si además de infravalorar o difundir una imagen alienada de lo rural (que no es la propia sino la fabricada por el catetismo de ciudad), no se paga lo debido al sufrido esfuerzo, ¿cómo será posible que quienes lo hacen lo sigan haciendo? ¿Cómo pensar en el relevo generacional? ¿Dejaremos a su suerte al sector primario, a la España interior aún más vaciada y nuestra soberanía alimentaria aún más mermada? Mientras menos pueblos queden, menos ocasiones tendremos además desde sus plazas de dar la réplica a unas desafortunadas palabras de la tercera autoridad del Estado, que en el pasado reprendió a sus señorías parlamentarias diciendo que el Congreso no era la plaza del pueblo. Efectivamente señora, en las plazas de los pueblos no hay tan poca educación, ni tanto desprecio. Quizás nos iría mejor si muchos recordaran algunos valores, los alimentos, la leche que en ellos les dieron. La que impide hoy vivir a quienes cuidan las vacas sin su justo precio.
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