Los 'Laudes hispaniae'
En momentos dramáticos, el español ha dado muestras de un feroz patriotismo
Carlos asenjo Sedano
Sábado, 13 de julio 2019, 00:12
Aunque está muy difundida la leyenda, o quizá realidad, esa de que el español es el indígena que menos ama a su patria, España, que ... yo he leído tanto en escritores extranjeros como en otros patrios, también es cierto que en momentos dramáticos, esos indígenas han dado muestras de un feroz patriotismo, ya en las guerras cántabras, ya en la de la Independencia, ya en las variadas de la Reconquista, lo que no quita que, con frecuencia, esta tierra nuestra dé a luz traidores de toda laya tales como el conde don Julián, el secretario Antonio Pérez, o el felón Fernando VII..., por citar sólo a personajes relevantes entre los cientos que vienen a la memoria.
Pero, como digo, también los ha habido, y los hay, no sólo amantes de su patria, España, sino enamorados de ella, a la manera de un trovador por su dama asentada en aquella alta ventana de su castillo. Es el caso de Isidoro de Sevilla (556/636 años), que hace alarde de tal enamoramiento en sus famosas 'Laudes hispaniae', muy citadas, pero poco leídas a la letra, por lo que hoy, ante el maremagnum que nos rodea, yo he querido traerlas aquí en detalle.
«De todas las tierras existentes desde el Occidente hasta la India tú eres, España, piadosa y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos, la más hermosa. Con razón tú eres ahora la reina de todas las provincias. De ti no sólo el ocaso, sino también el oriente reciben su fulgor. Tú eres el honor y el ornamento del orbe, la más célebre porción de la tierra, en la que se regocija ampliamente y profundamente florece la gloriosa fecundidad de la estirpe goda. Con razón la naturaleza te enriqueció y te fue más benigna con la fecundidad de todas las cosas creadas...(...) Produces todo lo fecundo que dan los campos, todo lo precioso que dan las minas, todo lo hermoso y útil que dan los seres vivientes: y no eres menos por los ríos, que ennoblecen la esclarecida fama de tus vistosos rebaños...(...) Y, además, eres rica en hijos, en gemas y púrpura, a la vez que fértil en gobernantes y genios de imperios, y eres tan opulenta en realzar príncipes como orgullosa en engendrarlos. Con razón por tanto la dorada Roma, cabeza de pueblos, te ambicionó tiempo atrás, y aunque el mismo poder romúleo te poseyó primero como vencedor, luego, sin embargo, el linaje floreciente de los godos, tras numerosas victorias en todo el orbe, te arrebató con afán, y te amó, y goza de ti hasta ahora entre regias ínfulas y enormes riquezas segura en la dicha del Imperio...».
Quizá un poco exagerado aunque no para su tiempo y su enamoramiento patrio. Pero Isidoro, san Isidoro de Sevilla, veía y sentía así a esta España nuestra como muchos españoles que vinieron tras de él. Procedía, Isidoro, de una familia cartagenera, hispanorromana. Y cuando por el año 554 Cartagena cae en poder de los bizantinos, su familia decide trasladarse a Sevilla en donde su hermano Leandro será obispo, y luego, más tarde, su hermano Fulgencio, obispo de Cartagena.
Isidoro, después, obispo de Sevilla, sabio y políglota, será el intelectual por antonomasia del reino godo de Toledo, el que inspire toda la doctrina de sus famosos concilios, transformándolos, 'avant la lettre', en unas Cortes casi a la moderna, en las que se debatía el futuro legal y práctico del poder. El que con su consejo y sabiduría moderó, en lo posible, aquella vocación de los godos por cortar cabezas reales, propiciando el catolicismo que acabaría por desplazar el arrianismo de los germanos, y llevando al gran rey Leovigildo y a su hijo Recaredo a la real formación de la nación española. Con su fundación de las escuelas catedralicias, para la primera enseñanza, y en segunda fase para la enseñanza superior, marcó la ruta por la que más tarde seguirían las escuela coránicas de los musulmanes, y más tarde los seminarios católicos.
Quizá un poco desmedido en sus Laudes. ¿Pero qué enamorado de lo que ama no lo es?
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