Larga vida al folk

Los paneles con las fotos de los componentes del grupo, los carteles de los conciertos y los reconocimientos merecidos en tantos años, nos miraban desde las paredes de la Casa de la Juventud y nos hacían conscientes del paso del tiempo, nos dibujaban una sonrisa al vernos tan jóvenes y entusiastas y también una sombra de tristeza por los amigos que ya se fueron, pero creo que, por encima de todo, nos implicaban en esta historia y eso es muy gratificante. Siguió una Mesa Redonda, moderada por Jesús Barroso y en la que intervinieron José Miguel López, de RNE-Radio3, director del programa Discópolis; Yolanda Criado, de RNE-Radio Clásica y directora del programa La Ripoprosta; Ángel Goyanes, director de Interfolk y miembro del grupo Hexacorde; Antonio Caba, director del festival Parapanda Folk; Carlos Monje, director de la revista digital Diario Folk y José Gabriel Sanabria, experto en música tradicional; contamos, además, con la presencia impagable, la sabiduría y la experiencia de Ismael Peña, a quien tuve ocasión de expresar mi admiración desde aquellos magníficos programas de TVE de los años setenta del siglo pasado, en los que Ismael y la banda del Mirlitón enseñaban canciones e instrumentos de la música tradicional.

Todas las intervenciones, empezando por la del moderador, destilaban una pasión y un interés por la música tradicional que explican que, después de aquellos años setenta en los que todos éramos 'folkis' –en palabras de José Miguel López–, la música folk haya sobrevivido a modas y a silencios y que haya personas comprometidas en rescatarla, en darla a conocer y en difundirla, enriqueciéndola con nuevas aportaciones y sin renunciar a su esencia como memoria de las costumbres, los trabajos y los ritos que constituyen nuestro patrimonio cultural.

Cuando volvía a casa, pensaba que para mí –y para tantos jóvenes de la década de los setenta– la música folk ofrecía, en aquellos años del franquismo, una visión del mundo alternativa en la que se mezclaban las inquietudes sociales, la religión puesta al día en el Concilio Vaticano II y una incipiente conciencia política; todo eso lo encontramos en las canciones de Joan Baez, de Atahualpa Yupanqui y de Nuestro Pequeño Mundo, pero también en la música tradicional que nos invitaba a conocer nuestras raíces.

La velada, como digo, fue magnífica, por un lado, para ser conscientes de lo que significa Andaraje en la historia del folklore en nuestro país y, por otro, para entender que quienes amamos esta música, tenemos que seguir dándola a conocer, apoyándola y difundiéndola como cultura viva que es. Sabemos que, en estos momentos, la información es mucha y fragmentada, que los medios de comunicación buscan audiencia por encima de otras consideraciones y que ha cambiado la percepción del tiempo y se impone la prisa para todo, pero estoy convencida de que las personas que nos reunimos en Jódar en torno al cincuentenario de Andaraje, desde distintas responsabilidades y tareas, estábamos expresando nuestro compromiso con esta música y deseando larga vida al folk.