Nos jugamos el futuro de Europa
Puerta Real ·
El nuevo Parlamento europeo ha de definir hacia dónde va, antes de que los movimientos disolventes terminen con el proyecto comunitarioJuan Santaella
Jueves, 23 de mayo 2019, 00:36
El próximo día 26 de mayo los europeos estamos llamados a las urnas para designar, además de a nuestros concejales y alcaldes, a los 751 ... diputados del Parlamento europeo. A pesar de la transcendencia de esta elección, el número de votantes suele ser muy escaso. En las últimas elecciones, en 2014, solo votó el 42,61% de los europeos.
El miedo a la pérdida de identidad y la oposición a los inmigrantes son las obsesiones básicas de la extrema derecha antieuropea, cuando sin la llegada de los de fuera nuestro continente no tiene futuro. En 1960, Europa tenía el 13,5% de la población mundial; en 2015, el 6,9; y, en 2040, menos del 5%. La tasa de nacimientos en Europa es de 1,5 por mujer; y en España, de 1,2. Con las puertas cerradas, en cuarenta años, Europa sufriría un cataclismo, y España tendría 8,7 millones menos de personas hábiles para trabajar, y 8 millones más de jubilados. ¿Quién sostendría las pensiones? Según el FMI y la OCDE, para esas fechas, España precisaría, como mínimo, más de cinco millones de inmigrantes.
Hoy Europa es necesaria. No es posible volver de nuevo a los Estados nación, como propugna la extrema derecha europea, que, la semana pasada, aclamaba, en Milán, a Salvini como nuevo líder de esta formación, renegando de una «Europa que somete a nuestras naciones». Europa tiene que dar respuesta a graves problemas pendientes: globalización, sociedad del conocimiento y la información, nuevas tecnologías, demografía, biogenética y bioética, criminalidad internacional, migraciones, cambio climático, igualdad de la mujer, paz mundial y derechos humanos, nacionalismos excluyentes... y, sobre todo, ha de marcar una política económica y social que prime el interés de las personas sobre el interés de las grandes empresas. Para Bill Clinton: «Aunque nadie los ha elegido, los grandes inversores financieros detentan un poder sin precedentes sobre la política económica de los Estados». Los Estados no son libres para determinar su política económica, salarial, fiscal, o industrial… Y eso hay que modificarlo.
La UE ha de abordar una política fiscal equitativa que imponga un gravamen a los fondos de inversión y a las ganancias de bancos y especulaciones cambiarias, pues el déficit del Estado –necesario para solventar las políticas sociales– ha de pagarlo el que más tiene. No puede haber justicia social sin justicia económica. Las desigualdades en Europa cada día son mayores. Un 22,5%, 113 millones de europeos, están en riesgo de pobreza, y hay que modificar sus condiciones de vida. Para Galbraith, el que los ricos paguen impuestos por los pobres, y que los países ricos se vuelquen en los países pobres, no es una utopía, sino pragmatismo, necesidad y exigencia social y política.
El nuevo Parlamento europeo ha de definir hacia dónde va, antes de que los movimientos disolventes –representan ya un 30%– terminen con el proyecto comunitario. Hoy, más que nunca, Europa precisa que ciertos valores se hagan hegemónicos en la cultura civil mediante una propuesta ético-educativa de ciudadanía en el ámbito de las personas y de las familias. Además, frente a los valores del capitalismo, que actualmente priman, es necesario defender el ecologismo, el feminismo, la igualdad y la solidaridad entre los países, y el reparto equitativo de la riqueza. Europa o es social o no será. No sobrevivirá si no es solidaria. Europa, isla de libertad y de progreso en el mundo, ha de dar pasos progresivos hacia el bienestar de todos sus ciudadanos.
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