Para que luego digan que la historia, con los matices propios de cada época, no se repite una y otra vez. ¿Se acuerdan de cuando ... expulsamos a José I Bonaparte y su luz reformista de aquella ajada y oscura España, para devolver el trono, en loor de multitudes, a Fernando VII 'el deseado' –hay que fastidiarse-, rey a todas luces absolutista, déspota y tarado? Bueno pues, como parece que nos va la marcha -a los madrileños en particular-, la juerga de la corrupción y el latrocinio vuelven al corazón de 'La piel de toro', la Comunidad de Madrid. De la mano de quienes, como Fernando VII, llegaron en loor de multitudes por virtud del voto masivo de los madrileños y las madrileñas –muy chulapos y chulapas ellos y ellas, que los son-. Y, con ellos, o además de ellos –ustedes eligen-, la extrema derecha.
Con este marco, ya me dirán ustedes cómo podemos digerir lo sabido durante esta semana. Con dos pijos capitalinos más que se añaden a la plantilla de investigados por las estratosféricas comisiones cobradas como consecuencia de las precipitadas compras de material sanitario en los momentos más duros de la pandemia. Se trata de Luis Medina, 'hijísimo' de Naty Abascal y hermano del actual Duque de Feria, y un 'amiguísimo' suyo, un tal Alberto Luceño. Como verán, gentes que ni plantan patatas ni varean olivas ni ordeñan vacas ni conducen un camión, pero por lo visto los últimos tiempos van a las mismas manifestaciones y votan pizca más o menos a las mismas formaciones políticas que estas. Todos bajo una bandera que ya parece solo suya, la de la España constitucional. Aunque de vez en cuando se siga colando algún aguilucho, para qué nos vamos a engañar.
Porque, como bien saben, estos pijos se reconocen muy españoles, de esos de bandera en ristre. Aunque ahora se les investigue por haber obtenido presuntamente comisiones millonarias, incluso muy por encima del valor del producto adquirido, cuando miles de personas morían o se debatían entre la vida y la muerte en las UCI's de toda España. Lo hemos sabido cuando los bancos –que no el Ayuntamiento de Madrid- han denunciado los suntuosos gastos que inmediatamente siguieron al presunto saqueo: más de una decena de vehículos de lujo con un valor individual de hasta 300.000 euros; varios Rólex por valor de hasta casi 30.000 euros cada uno; un yate de 325.000 euros; estancias de hotel de 6.000 euros la noche… ¿Se puede ser más miserable? A sabiendas, además, de que muchos de los productos adquiridos podrían ser defectuosos o eran material sanitario sin ningún tipo de control. Con el peligro añadido que eso conllevaba.
Pues parece ser que un conocido de los pijos en cuestión –que no habían hecho un negocio de provecho en sus vidas- eran amigos de un familiar de José Luis Martínez-Almeida, que, a su vez, les proporcionó, no un correo oficial, sino el teléfono directo de la persona encargada de contratación del Ayuntamiento. Como ven, al igual que presuntamente ocurrió con el 'hermanísimo' de Isabel Díaz Ayuso, todo muy formal y transparente. Es por ello que el alcalde 'chulapo', según dice, no tenía por qué estar al tanto de estos hechos, y niega «cualquier participación directa ni indirecta» con este contrato, aunque -¡oh, contradicción!- llamara a posteriori al pijo de Feria para agradecerle la gestión.
Con todo esto que reflejo aquí se evidencia que Alberto Núñez Feijóo, si es cierto que aterriza en el Partido Popular con la idea de meterlo en vereda, tiene un ingente trabajo por delante. Pero no solo en la díscola Madrid, sino con el conjunto de su partido. Para muestra, el botón de la nunca bien ponderada vicepresidenta segunda del Congreso de los Diputados –que también fuera su presidenta-, Ana Pastor. No dijo ni 'mú', mientras accidentalmente presidía la Cámara Baja, a las palabras de un diputado ultra, abducido por su aspecto y mentalidad de la corte de Fernando VII, que soltó en lo siguiente en la tribuna de oradores: «Es usted un propagandista que deja en un párvulo alumno al doctor Goebbels», dijo del ministro Félix Bolaños; advirtiéndole, además, que está «al servicio de un sujeto que podemos decir que es como el führer», en alusión al presidente del Gobierno. Tuvo que ser Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, vicepresidente primero del Congreso, quien a posteriori pusiera en su sitio al sujeto dieciochesco… y a Pastor, que seguramente los hechos le pillaran jugando al Candy Crush.
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