Los judíos españoles
La tan cacareada expulsión de España por el Edicto de 1492, en realidad hay que aminorarla quizá mucho más de lo que hasta hoy se ha afirmado
Sábado, 12 de septiembre 2020, 00:24
El tema o andanzas de los judíos por el mapa europeo es asunto que siempre está sobre la mesa, en el que España juega un ... papel significativo. El hecho histórico es que ya en la época romana había judíos en España, no sabemos si desde la Cautividad de Babilonia o después de la destrucción del Templo de Jerusalén por el emperador Tito. En todo caso, ya muchos judíos estaban establecidos en esta tierra, especialmente en la franja mediterránea. Después están muy documentados en la época goda, y es bien sabido que fueron un factor determinante en la conquista de Hispania por los musulmanes, siendo ellos los custodios de muchas de las plazas omadas por los norteafricanos, que no eran muchos, Málaga, Acci, Basti, Lorca....
El caso es que, más tarde, los vemos pulular lo mismo en los reinos cristianos que en el otro llamado al Andalus. Benjamin Netanyahu nos ha dejado un brillante testimonio de los judíos de Toledo, y la Granada de los ziríes, por su parte, no le iba en zaga. Cuando los castellanos conquistaron Granada, v.g., en Guadix existía una judería con sinagoga anexa, frente a la mezquita aljama, que yo publiqué con nombre y señales en nuestra Universidad.
Pero lo más interesante, a estos efectos, es lo relacionado con el famoso edicto de expulsión de los judíos, dado por los Reyes Católicos en el año 1492, según el cual, los judíos abandonaron España para constituirse en la rama de los sefardíes. La pregunta, al efecto, es: ¿todos los judíos salieron de España? Obviamente, no. Primero, porque el edicto afectaba a los judíos no conversos. Segundo, porque muchos de ellos, conversos sinceros o no conversos –imitando a los moriscos– pasaron a practicar la llamada taqyya, es decir, simular la conversión aunque en su interior no lo fueran, que sería el caso de los muchos que, por diferentes razones, no quisieran abandonar esta tierra, generalmente los menos acomodados, mezclados con los moriscos. Amén de que en aquella época el cumplimiento del edicto o de la ley en un territorio tan extenso como el nuestro, y aún hoy, es muy difícil de controlar.
Pero, en lo que toca al sureste peninsular, hay que tener en cuenta que el cardenal Mendoza, señor del Cenete, como se encontrara su señorío despoblado por las guerras fronterizas de la Granada de Boabdill, dictó, por su cuenta, otro edicto/seguro anunciando que todos los vencidos, moriscos y judíos, sin distinción, que quisieran trasladarse al Cenete a repoblar su señorío, él les aseguraba que podrían hacerlo, a cambio de la promesa del cardenal de respetar su lengua, religión, costumbres... y hasta llevarse allí sus bienes muebles e inmuebles (sic), como así lo hicieron muchos de ambas religiones mezclados e indiferenciados.
Por otra parte, en tiempos del obispado de Guadix a cargo de don Martín Pérez de Ayala, he visto que subsistían juderías en Gor, Ferreira y otros lugares del entorno accitano, adonde acudía con frecuencia el obispo para consultar temas bíblicos con los maestros de tales juderías; auque no se dice si eran conversos o no, lo normal es que si subsistía la judería es porque sus miembrosno eran conversos.
Así la situación, la guerra granadina de los moriscos, 1568/70 y su catástrofe bajo todos los aspectos para esta tierra silenció en mucho este asunto, tapado a continuación con las repoblaciones de cristianos viejos de más al norte. Pero analizando con detenimiento los documentos de la época, se advierte la pertenencia acomodada a la nueva situación de los judíos conversos o no conversos, con una práctica más radical de la taqyya, que tras la invasión francesa de Napoleón, la abolición de la Santa Inquisición y el subsiguiente liberalismo de las Cortes de Cádiz de 1812, resucita, dando señales más ostentosas de su existencia, marginando buena parte del uso de la taqyya. Que muchos judíos no participaron en la expulsión es cierto. ¿Cuántos?... No lo sabemos, pero por los signos externos a partir de entonces, se puede aventurar que muchos. Lo que quiere decir que la tan cacareada expulsión de los judíos de España por el Edicto de 1492, en realidad hay que aminorarla quizá mucho más de lo que hasta hoy se ha afirmado. Lo que no quiere decir, como señala don Américo Castro, que el español es un trío de judíos, moros y hispanorromanos a partes iguales. Moros y judíos, algunos de éstos muy influyentes y poderosos, aquí y allá, sí, pero en proporción insignificante con los otros indígenas hispanorromanos, cristianos.
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