Nemesio García Carril
El gran compositor y músico, y excelente persona, nos ha dejado
Nemesio llegó, casualmente, al IES Padre Suárez, en 1992, tras una larga trayectoria, por ser cónyuge de una granadina excelente, Esperanza, gran esposa y madre, ... que siempre estuvo a su lado, especialmente en la larga enfermedad que padeció, con la que formó una familia ejemplar –su hijo Nemesio, además de una persona estupenda, es un reconocido trompista, profesor en la Universidad Complutense– y se jubiló en el año 2006. Fueron 14 años de compromiso permanente. Nemesio venía precedido de una enorme fama de músico y compositor, que había adquirido en Galicia, Salamanca, Madrid, Roma y el Vaticano, además de una sólida formación humanística y filosófica en Santiago. Fue maestro-director de la Capilla de Música de la Catedral de Santiago, director de la Escolanía de dicha Catedral, profesor en los Conservatorios de Ponteareas y Santiago, Profesor en el IES Rosalía de Castro de Santiago y en el Instituto Español de Lisboa…
Como compositor, fue el autor de las bandas sonoras de series de TVE como 'La hija del mar', de Rosalía de Castro; o 'Los gozos y las sombras', de Torrente Ballester, además de la transcripción de varias composiciones musicales de los siglos XVI y XVII, y de otras muchas obras. Puso música al himno de nuestro Instituto, con letra de Jacinto Martín, a iniciativa de Mercedes Torres. Además, recibió gran cantidad de premios, a lo largo de su dilatada vida musical.
Nemesio fue gran profesional de lo suyo –no sabemos cómo con su formación musical y su dominio de la composición no tuvo el reconocimiento nacional que merecía–, un excelente compañero, y un hombre comprometido con sus alumnos y con el Centro. Desde muy pronto, demandó mayor dotación de material para el Departamento que dirigía –la música estaba aún poco reconocida–; consiguió la adquisición de un piano para utilizar en clase y en actos musicales; formó un coro donde nos integramos la casi totalidad del profesorado, y algunos alumnos, con el que dimos recitales en el Instituto, en otros centros, incluso en algún pueblo como Moclín, en un escenario precioso.
Su presencia en el Suárez fue una bendición. Nuestro compañero y amigo, pronto se integró entre nosotros, se preocupó por los problemas del centro, y colaboró en cuanto se le demandó y pudo. Nemesio era bueno, cordial –aún recuerdo sus risas casi permanentes–, exigente consigo mismo, con los alumnos, y con nosotros sus compañeros, cuando nos dirigía en el coro; con una personalidad fuerte y una comprensión infinita hacia todo y hacia todos; educado y correcto; respetuoso y apacible –siempre buscaba la concordia, sin renunciar nunca a sus principios ni a sus exigencias–; simpático y próximo, con el que daba gusto departir de cualquier tema, en la intimidad o delante de un vino; era un hombre culto, con el que podía hablarse de cualquier tema; humilde, a pesar de su enorme formación musical y humanística; íntegro y honesto; además de padre y esposo ejemplar. Cuantos lo conocimos y lo quisimos, damos fe de que su paso por este mundo fue fructífero y enriquecedor para todos. Hoy, querido compañero y amigo, en nombre de la totalidad del Claustro del Suárez, al que tú perteneciste y dignificaste, te damos un adiós entristecido y nuestra gratitud por todo el bien que nos hizo tu presencia, tu coherencia y tu bondad.
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