Día de amor y misericordia
La norma que guía a los hombres honestos no puede inculcarla nadie: solo los que aman saben vivir
Juan Santaella
Miércoles, 5 de abril 2023, 23:12
En vísperas de su ejecución, Jesús, celebraba con los suyos la última cena. Acababa de lavarles los pies, y les dijo: «Hijos míos, me queda ... ya poco que estar con vosotros…Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado». Ese amor ya lo había practicado él, antes, con ellos: «No os llamo siervos… os llamo amigos». En una época de superficialidad, de adoración del becerro de oro, y de rechazo al diferente, Jueves Santo es amistad, misericordia y acogida, aunque el otro piense o crea de forma diferente, proceda de otros lugares, o sea pobre.
Según Jesús, nos hemos de querer como amigos, sintiéndonos iguales, pues como dice José Antonio Pagola, «ningún amigo es señor de sus amigos…sino que entre ellos ha de practicarse el servicio (él no vino a ser servido sino a servir)». Además la comunidad que Jesús crea no está cerrada, sino que comían con pecadores, excluidos y despreciadas. Es decir, la Iglesia fundada por Jesús no era excluyente, sino abierta, especialmente a los más vulnerables. Es más, hay una parábola que rechaza drásticamente la desigualdad aberrante: Lázaro y el rico Epulón. El primero, pobre y desahuciado, se murió y fue al paraíso, y el ricachón, que atesoraba riquezas y vivía en el lujo y la ostentación, sin compartir nada con nadie, se condenó. Precisamente lo mismo que estamos viendo hoy en el mundo y en España: ricachones que se inflan de dinero y se lo llevan a paraísos fiscales, para defraudar más a Hacienda, en detrimento de los que no tienen para vivir. Y, ante ello, el cristiano de hoy ha de rebelarse y denunciarlo.
El valor de la amistad ha sido exaltada también por los grandes filósofos. Decía Aristóteles que cuando queremos conocernos a nosotros mismos podemos vernos en un amigo, pues el amigo es otro yo. En la 'Ética a Nicómaco', hace una profunda alabanza a la amistad. «Las exigencias de la amistad, afirma, solo puede cumplirlas el hombre bueno, pues «la areté (virtud) y el hombre de bien son la medida de todas las cosas. Solo la bondad del hombre de bien es capaz de producir, fomentar y cultivar la vida humana». Ese pensamiento aristotélico se contrapone a la inhumanidad, que muchas veces vemos como algo natural, realista, utilitario y conveniente.
Quizá, el fundamento de la amistad sea la indigencia, como decía Platón, pues gracias a ella descubrimos nuestra soledad y la necesidad que tenemos de los demás, aunque los soberbios nunca la descubren, y, por tanto, no precisan de la amistad. En el 'Banquete' afirma: «La norma que debe guiar a los hombres honestos no pueden inculcarla los parientes, ni lo honores, ni la riqueza, ni ninguna otra cosa, sino el amor». Es decir, solo los que aman saben vivir.
Según Juan Bautista Metz, uno de los mejores teólogos del siglo XX, los apóstoles aprendieron a vivir cristianamente no porque estudiaran teología, ni siguieran las conferencias de Jesús, sino porque vivían como el maestro: con la gente, cerca de los enfermos, de los pobres, de los niños, y de los excluidos, queriéndolos, haciéndoles la vida más fácil y practicando con ellos misericordia. Ese fue el mensaje de Jesús.
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