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Dice Pedro Salinas, en «El defensor», que «las palabras tienen una doble potencia: una letal y otra vivificante, un poder de vida y otro de ... muerte, íntimamente unidos a la verdad y a la mentira que encierran». Por eso, la libertad del hombre llega cuando es capaz de discernir la palabra hueca (como decía Machado), de la auténtica.
Hoy, como entonces, los embaucadores de la palabra, la utilizan para fomentar el odio, la perversión, y la guerra. ¿Qué se escondía tras las expresiones de Putin, sino manipulación y mentira cuando, al invadir Ucrania, hablaba de «operaciones militares» (y no guerra); «nos defendemos de la expansión del bloque de la OTAN» (frente al afán imperialista que pretende)? ¿Qué se oculta tras los discursos y los documentos que firma Trump, sino manipular la palabra para imponer la ley del terror, y ahogar la libertad y los derechos humanos?
Estos dos profesionales de la mentira, unidos ahora en el reparto del mundo, están tergiversando la historia, cuando dicen: «Ucrania es la responsable de la guerra», «no fue Putin el que invadió ese país», «Zelenski es un dictador y Putin un demócrata» (cuando elimina a todos sus opositores)... Pues bien, estos dos políticos imperialistas tienen, a su vez, una red de seguidores que pretenden subvertir las democracias liberales y crear sistemas autócratas: Así, la ultraderecha europea, que avanza peligrosamente, como acabamos de ver en Alemania.
Trump, en dos meses de mandato ha suprimido la mayor parte de los derechos de la ciudadanía, con gran desconcierto mundial: cesa funcionarios; expulsa, encadenados, a miles de inmigrantes; indulta a 1.500 personas involucradas en el asalto al Capitolio; suspende todos los acuerdos de apoyo a países pobres y a colectivos deprimidos; se sale del Tratado de París, donde estaba comprometido con el medio ambiente; abandona la OMS, donde colaboraba con vacunas y epidemias; quiere imponer una paz unilateral en Ucrania; pretende hacer una limpieza étnica en Gaza; impone aranceles al comercio exterior; revoca las políticas de inclusión y diversidad; quiere imponer su credo político, de extrema derecha, al resto de países; pretende expandirse, en plan colonialista...
Su segundo, Elon Musk, el más rico del mundo, que ha felicitado a la extrema derecha alemana por su magnífico resultado, hace el signo nazi en público; y, junto al mandatario argentino Milei, hace ostentación de la motosierra, como símbolo de la destrucción del Estado y de los derechos ciudadanos.
Mientras tanto, su vicepresidente, Vance, el que arremetió duramente contra Zelenski, ha lanzado un duro ataque contra las democracias de Europa, asegurando que la mayor amenaza del Continente no viene de Rusia o China, sino de Europa, porque se ha alejado de sus valores, e ignora las preocupaciones de los votantes sobre la inmigración, y no respetan la libertad de expresión. Esto, «en roman paladino», significa que hay que abrir Europa a los valores de la extrema derecha, a la que no se le permite controlar la UE, pues el gran objetivo de Trump y su gobierno es debilitar Europa para controlarla.
«Cuánta desgracia ha caído sobre la humanidad, decía Salinas, por el célebre lema hitleriano: «el nuevo orden», porque esas palabras tan atractivas las puso el teutón al servicio de la causa más siniestra». Algo parecido a lo que ahora empezamos a ver.
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