Carta a una nieta adolescente
El amor de los abuelos es necesario para los nietos
«Querida Pilar, en tu 17 cumpleaños, queremos dirigirte esta carta que pretende mostrarte el profundo amor que te tenemos. Fuiste nuestra primera nieta, tras ... tres hijos y un nieto varones, y no puedes imaginar el gozo que significó tu nacimiento. Además tan bonita, tan llena de vida, y, luego, conforme pasaba el tiempo, te veíamos tan dispuesta, tan alegre, tan simpática, tan sensible, tan educada y tan buena… ¡Qué alegría nos producía tu presencia, con tus ocurrencias, tu ironía, tu saber estar, tu prudencia y tu empatía!
Te vas haciendo mayor, los estudios son cada vez más exigentes, los problemas más difíciles… Se te ha venido encima la adolescencia con el brote de amores incipientes, con las contradicciones, las inseguridades, las bajadas de ilusión y de sentido, las euforias, los llantos y tristezas, y las alegrías radiantes…Todo un mundo complejo, que tienes que administrar sin haber sido administradora antes.
En este momento de tu vida, tan difícil, pero tan bonito –te estás haciendo mujer–, del que depende tu futuro, unas cuantas recomendaciones de abuelos, aunque el timón de tu vida siempre será tuyo.
Dale gracias a Dios por la familia que tienes, por tus padres, tus hermanos, tus abuelos, tus tíos y tus primos, que te quieren y siempre los tienes disponibles. Pero también has de agradecer el haber nacido bonita, inteligente, simpática y sociable; y tener capacidad y medios para desarrollar el estudio que quieras, y tener la libertad precisa para hacer de tu vida lo que desees. Mucha gente de tu edad no dispone de tus medios de formación y desarrollo. ¡No lo olvides, y agradécelo!
En este mundo líquido, voluble, inestable, superficial y cambiante, como dice Bauman, no te dejes arrastrar por él, pon siempre amor, dignidad, ética, y tu propia identidad. Que seas siempre tú y tus valores los que dirijan tu vida, y no el mundo exterior el que te la marque.
Rodéate siempre de gente buena, que se alegre de tus logros y llore tus adversidades, que te haga ser mejor, que te valore y te quiera, y que sean buenos. De los malos, decía Diógenes, es mejor alejarse, incluso, si es necesario, cambiándose de ciudad.
Nunca hagas caso de habladurías, sino actúa siempre de acuerdo con tus principios. Sigue la lección de Don Quijote a Sancho: «No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, ve tú con segura conciencia, y digan lo que dijeren; porque querer atar las lenguas de los maledicentes es lo mismo que querer poner puertas al campo».
No luches ni te ilusiones por personas o por discursos vacíos, contrapón a ellos principios morales, defendiendo siempre, en cualquier lugar, la humanidad, el respeto, la austeridad, la sencillez, el desapego, la ética, y la sabiduría del que sabe valorar lo importante y desechar lo efímero.
Sé feliz, y, para ello, es necesario saber para qué vives. Debes vivir para ser justa y buena, para ayudar al otro, amándolo y no discriminándolo, en definitiva, para ser útil a los demás. A la entrada de nuestra casa, hay una placa que dice: «Solo tengo lo que di». De eso se trata, de dar cuanto puedas sin recibir nada a cambio. Ese es el misterio de la felicidad.
«¡Te queremos con toda nuestra alma! Tus abuelos».
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