Edición

Borrar

Voy a montar un poyo

Juan Gómez-Jurado

Viernes, 25 de abril 2025, 23:35

Espere un poco, no llame aún a la policía de la lengua que, en realidad, yo lo he escrito bien y es usted, todos ustedes, ... todos nosotros, los que lo estamos escribiendo mal. Originalmente la expresión hacía referencia a los poyos, aquellos bancos de piedra que estaban en las puertas de las casas y en las plazas públicas y a cuando alguien se montaba (se subía) a ellos para lanzar alguna soflama que indignaba o exaltaba a partes iguales a los paisanos que estuvieran por la zona. Luego, la confusión homófona con el pollo avícola se fue enquistando y, supongo, al final la RAE acabó, a base del mal uso reiterado, asumiendo el fallo, aprobando el error y certificando, supongo que agotada, que se pueda escribir mal convirtiendo escribirlo bien en motivo de crítica y, se lo puedo asegurar, de suspenso académico. Lo sé porque es una de mis historias vitales más sentidas. Estaba yo en tercero de BUP (el preuniversitario de los que peinamos entradas ya) cuando un profesor me entregó una redacción que nos había encargado con un luminoso, verde y enorme «muy deficiente». Me dijo el bigotudo profesor que, aunque la redacción le gustaba, no podía permitir que alguien que estaba a punto de entrar en la santa institución universitaria, llegase allí manchando su prestigio como profesor de lengua. En el folio, un círculo rojo rebordeaba la Y griega de poyo como se marca el cadáver de un crimen con tiza. No haré sangre sobre el carácter del bigotes ni sobre lo imposible que era que su prestigio se viera ensuciado, pero sí les contaré que fue la primera vez que, como un personaje de Capra, me propuse ganarle el pulso a lo instituido.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal Voy a montar un poyo